Una expedición científico-deportiva, financiada con fondos del Centre Terre, una organización francesa que patrocina el estudio de cavernas repartida por el mundo, se adentró casi hasta las entrañas de las islas Madre de Dios y Diego de Almagro.
No fue fácil para los cuarenta integrantes de un equipo multidisciplinario de alto nivel científico y deportivo (hay que saber adentrarse en una caverna y responder, adecuadamente, al esfuerzo físico que eso exige), primero, llegar hasta ambas islas, situadas en los desolados parajes de los canales situados al sur del temido y temible Golfo de Penas.
Pero llegaron y encontraron un sitio adecuado para instalar un campamento que los cobijó durante más de dos meses.
La isla Madre de Dios, principalmente, fue el escenario para una serie de actividades que tienen que ver con la Espeleología, la ciencia que se ocupa de investigar las cavernas y, en lo posible, que entreguen antecedentes científicos acerca de una eventual presencia humana, como pinturas rupestres y restos de fogatas y hasta de especies no conocidas.
Y eso ocurrió en la Isla Madre de Dios, donde se detectó presencia humana que dataría de hace 4.500 años.
¿Fueron los canoeros primitivos los que dejaron  esas huellas cuando, desafiando las aguas y los roqueríos del Seno  Barros Luco y del Canal Trinidad, buscaron y hallaron refugio en las cavernas de piedra caliza de las Isla Madre de Dios y Diego de Almagro?
Y esas mismas dificultades guardaron el secreto de esa presencia y la de los restos de un “troglobia”, una especie de crustáceo, con características cavernícolas, ejemplar muy difícil de encontrar en la región.
La expedición multidisciplinaria recibió el reconocimiento del Ministerio de Bienes Nacionales de Chile, con la ministra Nivia Palma a la cabeza y de la embajadora de Francia en nuestro país, Caroline Dumas, junto a quienes estuvieron los expedicionarios y el presidente de “Centre Terre”, Bernardo Tourte.
¿Y para qué todo esto?
Todas estas difíciles tareas tienen como objetivo lograr que, con el apoyo de los expertos galos, Chile logre que el archipiélago Madre de Dios, sea declarado Patrimonio de la Humanidad, con todo lo que ello implica.
Para ello, los expedicionarios no sólo debieron desembarcar toneladas y toneladas de material y montar cuatro campamentos seguros, porque en la zona llueve y mucho, y los vientos no son, precisamente, suaves brisas, y abocarse a su tarea científica.
Entre ellas figuró adentrarse en cavernas de más de 200 metros de profundidad y recorrer formaciones de más de 2.500 metros de largo, tarea cumplida a lo largo de muchos siglos por el agua que las horadó en la piedra caliza de la Isla Madre de Dios.
Además, se recogieron datos climáticos, geológicos y, en el fondo, se ha puesto en conocimiento de la humanidad, partiendo por los niños de Francia, un patrimonio natural chileno muy escaso, pese a la extensión de nuestro territorio.
No faltó quien, con alegría por los resultados obtenidos con esfuerzo, trabajo y sacrificio, cantara parte de La Marsellesa y el coro de científicos y deportistas agregara un sonoro ¡Viva Chile!