La difícil peregrinación en tierras australes

General
27/07/2013 a las 12:37
Lograr salir de la “noche”, encontrar trabajo, extrañar a los hijos son lugares comunes en la historia de algunos inmigrantes que llegan hasta la Patagonia. Un choque cultural que hace que se caiga el maquillaje y que la realidad quede visible, en una ciudad que no siempre es tan acogedora. Antes de dejar el calor y llenarse de chalecos, poleras y parcas (nunca en su vida ha usado tantas al mismo tiempo), imaginaba que la “nueva oportunidad” tenía otra forma, color y sensación. Venía escapando de la mala fortuna, meses atrás había perdido su casa en un incendio. Entonces una amiga le habló de Chile. Gastó los últimos ahorros en su pasaje.
A las cuatro de la mañana las luces y el frío del aeropuerto Arturo Merino Benítez, la golpearon bruscamente. Había aterrizado en la “tierra prometida”. Ahí nadie la esperaba y la amiga que la entusiasmó no contestó el teléfono, si no hasta varios días después: “Estaba sola, muy asustada en una ciudad que no conocía. Permanecí todo el día en el aeropuerto, no sabía qué hacer, ubiqué a otra amiga que me dio alojamiento por seis días…”, recuerda.
Cuando la contactaron le dijeron que debía viajar a Punta Arenas. No podía dar pie atrás, así que gastó sus últimos pesos en un pasaje en bus. Aumentó la angustia y el frío.
A los cuatro días, Gladys Rentería Sinisterra estaba en Porvenir, en un local nocturno, indocumentada, asustada, y pensando hasta la fatiga en sus dos hijos que estaban en Cali, bajo el cuidado de su madre, la abuela de los pequeños.
“Me quedé un mes en Porvenir. Estaba escondida, sin papeles ni contrato. Gracias a Dios la señora fue buena conmigo y nunca me obligó a hacer lo que yo no quería hacer. Pienso que les daba lástima a los clientes que me veían tan desvalida y me invitaban mucho. Me fue súper bien. Yo no sabía tomar, a lo más había bebido una cerveza… Cuando la señora se dio cuenta me empezaron a dar tragos dulces y suaves, con muy poco alcohol”, va narrando y la mirada se coloca vidriosa.
Fueron los primeros tiempos, difíciles, llenos de sabores agrios. Un día un tipo que llegó al local le ofreció que fuera con él: “Le dije que no, tanto me insistió que me ofreció cien mil pesos…. y volví a decir que no, entonces el hombre me regaló treinta mil pesos y se fue”, cuenta.
Quería salir. Romper el círculo. Cruzó nuevamente el Estrecho de Magallanes y empezó a buscar trabajo. Recién al cuarto mes tuvo suerte. Nació en Buenaventura, más tarde se radicó en Cali.
“Llamaba y cuando me escuchaban la voz me decían que no. Todo el mundo me cerraba las puertas, ya estaba cansada. Un día me indicaron que fuera a la Omil (Oficina Municipal de Información Laboral), me dieron un teléfono y llamé… Ahí, la señora me dijo: ‘Yo pagó cinco mil pesos por seis horas’. Tenía que planchar, lavar, cocinar y cuidar al niño. Recibí el trabajo con las manos abiertas, porque era la primera oportunidad real que me daban después de varios meses de búsqueda”.
Así recuerda Gladys Rentería Sinisterra su primera labor. Trabajó de lunes a sábado, al mes alcanzaba a reunir 120 mil pesos, estuvo un año y seis meses.
Más tarde, otra puerta se le abrió en Unimarc: “Trabajé de aseadora seis meses, me trataron súper bien, me querían dejar de cajera pero me dio miedo que me trataran mal, y que cometiera algún error y la gente me dijera cosas que dolieran, soy muy sensible y cualquier cosa me emociona. De ahí pasé al hospital de aseadora, en la misma empresa de aseo y hoy estoy en la Intendencia y La Araucana, muy contenta porque me siento digna. Antes no había hecho nada, pero me sentía sucia, incómoda…”, y los ojos a Gladys nuevamente se le nublan.
“Si Dios me lo permite vuelvo en septiembre a Colombia… tengo tan malas experiencias, conocí hartas personas buenas y les agradezco… Pero para quedarme acá tendría que ser con mis hijos y no me gustaría que a ellos les hicieran lo que a mí me ocurrió… Ojalá que la gente tome conciencia que se dé cuenta que somos personas, humanos y sentimos igual que todo el mundo…”, expresa.
Gladys vino de Cali y aunque nació en la costera ciudad de Buenaventura, el viaje migratorio no fue como esperaba. De todas formas, se lleva el recuerdo de la nieve, las caídas y paisajes que la encandilaron.

PUBLICIDAD

Pingüino Multimedia entrega este espacio a su público para la expresión personal de opiniones y comentarios apelando al respeto entre unos y otros desligandose por completo por el contenido de cualquier comentario emitido.

Comentarios


comments powered by Disqus
Más noticias
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD