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Destino trágico del operador político: construir poder para otro

tendencias
25/10/2015 a las 10:10
Pinguino Policial
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Existen desde siempre. En épocas pretéritas estaban revestidos de otras cualidades; el bien común y la causa colectiva eran sus estandartes. Hoy, el operador es un oficio, que atrae desconfianzas y condenas en la ciudadanía.

Han existido desde que el mundo,  en sus primeras comunidades humanas, identificó a la figura del jefe. Son los que caminan sobre el hombro de quien manda y le susurran a la oreja lo que tiene que decir. Manipulan sus mentes y por ende, sus acciones.

Abundan por ministerios, alcaldías, secretarías, partidos y comandos. Representan el lado menos glamoroso de la política, y prefieren llamarse líderes o militantes de la “causa”. Generalmente, “la causa”, es su “propia causa”.

Son temidos y amados al mismo tiempo, porque sin tener el poder real, son un poder en sí mismos. Se manejan en las sombras y su sino trágico los define con antelación; el operador político construye poder para “otro”.

Estos Rasputines de la política, de elocuente oratoria, descollante personalidad, carismáticos, soberbios y convincentes, conocen de sus potencialidades y de su inteligencia, y las explotan al máximo. Son poseedores de vastos currículos o apenas obtuvieron el cuarto medio. Se definen como programadores neurolingüísticos del resto,  porque tarde o temprano los otros hacen lo que ellos desean. Ellos son sus verdaderos jefes.

Pertenecen al mundillo oculto del poder, y aunque algunos son funcionarios públicos, por lo general trabajan en las sombras, por ello, estos personajes son conocidos como los “monjes negros” de la política.

Pero también al operador político se lo llama asesor, experto en políticas públicas, jefes de campaña, acarreador de votantes, recaudadores, jefes de gabinete, jugadores de primera división, punteros, caudillos, número dos, el poder tras el trono o  el titiritero. Todos estos “motes”, tienen algo en común, son hacedores de “poder”, para bien o para mal.

Su cuota de poder es importante y la más de las veces, inconmensurable, según ellos mismos. Sus redes de contacto; subterráneas. Se mueven en la informalidad y ajenos a las reglas del control y la supervigilancia de las administraciones públicas. Los hay de todas las estirpes, mientras unos pelean por pellejerías otros abrazan grandes proyectos. Una cuota de locura, también se les atribuye. Además del pecado de la codicia: todo cuanto ven, lo hacen suyo.

 

Perfil

Pocas veces son votados, y si lo son, es con poco éxito. Carecen de votos propios.  Ellos hacen el poder para otros, pero rara vez son los dueños absolutos de él. No gozan de buena salud en los sondeos populares, su manejo entre las sombras no es bien visto entre los encuestados. Por sus manos pasa mucho dinero y tiene acceso a diversas fuentes de financiamiento, generalmente de dudosa proveniencia.

Un operador político, que se precie como el arquitecto o ingeniero del poder ajeno, debe poseer una historia abundante en elementos que lo acerquen a lo épico. Sin tener necesariamente testigos oculares de aquello que narran, son herederos de las enseñanzas de algún gran pensador o referente del pasado, que luchó cuando las “papas quemaban”, con las más férreas de las convicciones.

Su niñez y adolescencia, será el relato típico de la formación del héroe, donde aquello que no lo mató,  lo fortaleció y que sin lugar a dudas, lo convirtió en el hombre que es hoy. Templado como una espada.

Participante de los hechos más importantes de un país o ciudad, los operadores, narran hasta el cansancio sus anécdotas y andanzas, amenizadas con matices de verosimilitud e invitando en sus relatos, algún que otro conocido del interlocutor, para mostrarse como un hombre de redes y aterrizando un poco el relato.

 

Se le atribuyen dichos y acciones, que rozan lo ficticio, pero que de tanto reiterarlos, la verdad y una versión de ella, se confunden en los límites de lo  real.

Si participó en una arenga, fue la reina de las arengas; si lo hizo en una marcha, infinitas multitudes se unieron a él, en la lucha codo a codo. Si fue una negociación con grandes colosos; salió victorioso, mostrando lo mínimo del arte de la negociación.

 

Relato del yo

Todo cuanto sale de la boca del operador es grandilocuente, inefable e irrepetible. Enmascara su discurso desde el “yo”, con jerga política. Todo cuanto habla lo cubre con conceptos colectivos y maquilla con la retórica de quien conoce de lo que habla, porque lo dicen los tratados de la política o porque lo vivió.

Sabe bien los vocativos de cada tienda del poder. Tiene palabras para los compañeros y las compañeras, los correligionarios, los camaradas, los amigos, los partidarios y los militantes. Todos ellos, los utiliza acomodaticiamente. Cuando conviene; todos juntos como parte de algo más poderoso que la unión de sus partes, y cuando no; ve en los otros la amenaza constante de quien quiere apropiarse de algo que les pertenece como “grupo”. La paranoia lo persigue.

Su discurso, majaderamente reiterativo y haciendo abuso del monólogo, busca cautivar a las masas para empujar hacia el lado correcto, desde una perspectiva de la correlación de las fuerzas. No deja espacios para la interpelación ni la refutación. El es la tesis, la antítesis y la síntesis. Es el principio y el final de su propio engranaje del mensaje político.

Junto a la elección de sus palabras, el operador manipula también con sus gestos.

De sonrisa “franca”, risa contagiosa; la batería de sus gestos son caprichosamente calculados. Saluda con puño fuerte y determinante, mira a los ojos, y reafirma con sus manos lo que expresa con la voz.

El operador no tiene miedo al contacto físico, porque cree que en la “fraternidad” (ficticia), sucumben sus adeptos y tiemblan sus detractores.

 

Recaudar, recaudar, recaudar

Ante todo, tendrá los nexos necesarios para ser no sólo operador político, sino que demostrará que es una máquina bien aceitada, que puede mover montañas de dinero ajeno, para depositarlo en las arcas de las campañas políticas o de gobierno. Parte de la recaudación generalmente se pierde en el camino, pero quienes ayudan con sus aportes en la causa, jamás indagan sobre ello. De eso, no se habla.

Como parte del protocolo del operador y recaudador, está la entrega del diezmo por parte de los funcionarios que accedieron a algún cargo o trabajo, mayor o menor. Las cuotas oscilan entre el 10% y el 20%, dinerillos que son recaudados sagradamente todos los meses. 

 

“Experto en lo público”

Pululan por los pasillos, bajo el título de asesor del generoso aparataje del Estado. No cumplen horarios, pero figuran en las eternas planillas de sueldos de los estamentos del Gobierno con frondosos informes de actividad. No sólo ellos componen el paisaje del funcionario, sino que también sus esposas, hijos, suegras y parientes políticos. La caridad comienza en casa. En la suya.

Su impronta irreconocible entre los otros, ajenos al sistema de la repartija, provoca siempre la sospecha. Un operador siempre será, un cargo hecho para el pago de favores políticos.

Estos articuladores que exponen experticia en políticas de lo público, en gestión de los gobiernos comunales, y en arreglines que prometen mejorar la educación, la salud y la seguridad de la gente, son los referentes de la nueva casta de jóvenes políticos, que ven en ellos, el lugar hacia donde quieren llegar.

Entre los líderes oficiales y la gente, se interponen los operadores, quienes esgrimiendo teoría y práctica, respaldadas por encuestas brujas, profitan de sus virtudes, prometiendo mejorar los índices de popularidad, la imagen del candidato, del gobernante, o de cualquier cosa. Son los que usufructúan del aparato, que les devuelve la mano, por ser parte de la causa. Reinan entre las sombras pero no gobiernan.

 

Prueba de la blancura

Despojado de los mínimos de la moral y de la ética, son mirados de soslayo, sus operaciones mayores y menores no pasan la prueba de la blancura. De ejemplos, están llenos las páginas de los diarios del país. Boletas ideológicamente falsas, enriquecimiento ilícito de la parentela, estándares de vida que no se pueden justificar, ostentación de un lujo que antes le era ajeno, y que ahora no le es esquivo.

 

Pan y circo

De biblia; los textos de Maquiavelo, “El arte de la Guerra” y las crónicas de emperadores romanos. Sus estrategias preferidas; pan y circo. Difícilmente, un operador luchará por la educación del pueblo, la verdadera participación del ciudadano y la inclusión  del que no accede a los espacios del poder. O que no accede a sus derechos sociales. Esos espacios, son llenados por él y en el mejor de los casos, por sus secuaces, legiones de alcahuetes y delfines menores, quienes funcionan como radares vigilantes ante cualquier “pobre mortal”que se atreva a cuestionar las ordenes del operador.

 

Operador eres, operador serás

Tal es la ralea del operador, que una vez identificados en el mapa de lo social, difícilmente puedan dejar de serlo.  Vendedores de humo, recaudadores, y acarreadores de votos, los operadores fueron concebidos para servir al otro y articular el poder para otro, y jamás para ellos mismos, aunque en esos trajines saboreen jugosas tajadas. Pero aquello por lo que respiran, el verdadero poder de gobernar,  jamás le será propio.

 

Avalancha

En época de reformas de todas las índoles, ya se anunció por parte del Gobierno, la contratación de profesionales de los ámbitos de las ciencias jurídicas que deberán desempeñarse en la educación del proceso de cambio constitucional, que a partir de marzo del próximo año, Chile comenzará a vivir.

Sumado a ellos, están los 300 asesores políticos más,  con los que cuenta la administración pública en lo que va corrido del año 2015.

Siendo el 2016 tiempo de elecciones, no hay duda que las distintas tiendas, acomodarán a sus soldados en el tablero de la política. Estamos advertidos

 

 

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