La libertad de expresión es fundamental del sistema democrático y de la vida en una sociedad civilizada y más o menos educada.
Sin embargo, cuando esa libertad se transforma en libertinaje y deja paso a un “arte” tan singular que, en lugar de aportar belleza afea monumentos, por señalar sólo uno de los espacios urbanos dañados, esa actividad se transforma en una fechoría lisa y llanamente vulgar.
De norte a sur, es posible apreciar que los rayados son más que frecuentes en el monumento al general Manuel Bulnes, artífice de la presencia chilena en estas tierras australes desde su cargo de Presidente de la República.
Después, al recorrer la avenida Colón, desde Armando Sanhueza hacia el cerro, el espectáculo es deprimente para muchos y motivo de enojo para la gran mayoría de quienes transitan por el sector.
La efigie de Fray Camilo Henríquez, mentor del periodismo chileno, ha sido respetada a medias (¡signo de los tiempos y de otros tiempos!), en Colón con Chiloé.
Más arriba, el recuerdo de Diego Dublé Almeyda, Gobernador del Territorio a fines del siglo diecinueve, promotor de la ganadería regional, yace bajo una capa de pintura que cubre la placa recordatoria y es poco menos que ilegible.
Y se sigue con las huellas del vandalismo
El busto del patriota José Artigas exhibe las huellas de la anarquía, huellas que, para lamentos uruguayos, también afean las jardineras que rodean a un obelisco que recuerda el aporte de los ciudadanos de Uruguay a Magallanes.
Y por si esto no bastara, el busto que recuerda a la trágicamente desaparecida poetisa Alfonsina Storni, está cubierto de pintura y de las huellas de las aves que llegan a posarse sobre la cabeza del monumento.
Sin embargo, la huella de los sujetos irresponsables que pululan por calles y avenidas, portando pintura en envases “spray” están, además, como una muestra de la más absoluta falta de respeto con dos figuras históricas importantes para Chile y Argentina, los monumentos que recuerdan al Libertador Bernardo O”Higgins y al general José de San Martín también están rayados con esos signos que sólo entienden los “iniciados en el arte del graffiti”.
Por suerte, en estos dos últimos casos, los rayados están en la parte posterior de los monumentos, pero rayados a fin de cuentas.