El paisaje que permite apreciar el Cerro de La Cruz, tanto del mirador que da hacia el centro de la ciudad o hacia el sur y Tierra del Fuego o el de “Los Soñadores”, que mira hacia el sector norte y hacia las alturas del Cerro Mirador, de la reserva forestal Magallanes; del Río de Las Minas y sus sectores residenciales, es atractivo y casi maravilloso para los miles de visitantes de Punta Arenas en la temporada turística de cada año.
Y eso lo saben bien las autoridades de antes, de ahora y de mañana, porque, se afirma, “en un día claro se ve hasta siempre”, como planteó un profesor de Literatura Inglesa que se trasladó de Valparaíso hasta Magallanes y subió hasta el Mirador.
Es que el paseo es hermoso; tiene sabor esencial de turismo casi de aventura, en medio de una ciudad considerada como la “capital de la Patagonia”.
Pero, tal como lo ha venido dando a conocer Pingüino Multimedia, al caer las sombras, el paisaje urbano cambia y se torna peligroso.
Las escaleras de la calle Waldo Seguel siguen en pésimo estado y transitar por ellas puede ser peligroso ya que a las piedras y restos de pavimento suelto, se suman trozos de botellas de bebidas alcohólicas, hechos trizas por sujetos borrachos.
Más arriba, un rellano relativamente iluminado, parece ser el punto de encuentro de antisociales que prefieren beber a destajo en el paseo; orinar  y hasta defecar a la vista de todos quienes se atreven a transitar por allí y hacen aspavientos de las armas que portan, en su mayoría cuchillos, destornilladores, fierros puntiagudos, garrotes y una que otra arma de fuego.
Por calle Monseñor Fagnano el espectáculo no difiere mucho y los vecinos que tienen niños pequeños deben recogerse temprano; cerrar sus portones con llaves y cadenas y mantener perros guardianes de regular tamaño.
Obviamente que la presencia de antisociales altera la tranquilidad del día y altera el normal funcionamiento de hostales, hoteles y restaurantes, cuyos dueños se han atrevido a desarrollar su actividad empresarial en el sector.
En la Avenida España, entre las calles Monseñor Fagnano y Waldo Seguel (singularmente recuerdan a un pionero salesiano y a un famoso e inflexible juez del territorio de fines del siglo XIX y comienzos del XX), las cosas tampoco marchan bien.
Las dependencias que acogen a personas en situación de calle no siempre dan abasto para atenderlos a todos y el penoso espectáculo que ofrecen personas borrachas y abandonadas y olvidadas hasta por sí mismos, alteran el sector, más aún cuando llegan acompañados de perros tan callejeros como sus amos.
Sin embargo, el riesgo mayor está cerro arriba, con la presencia de sujetos que beben en la calle y en el mirador; que son agresivos al “machetear”, exigiendo ya no monedas sino billetes, “porque las únicas monedas que sirven son las de quinita”, es decir, de quinientos pesos.
Lo sabe muy bien Matías Santibañez, acuchillado hace unos días por, según Carabineros y la justicia, por Alfonso Garrido Levill, internado en la enfermería de la cárcel porque la agresión con resultado de lesiones graves, “no la sacó gratis ni liviana”.
Los vecinos piden mayor control policial, mayor presencia de Carabineros, especialmente a partir de las noches del jueves y hasta la mañana del domingo, para mantener a raya a los borrachos y antisociales.
¿No serán muchas horas de desenfreno, consumo de alcohol y de violencia?
¿Y qué va a ocurrir cuando empiecen a llegar hasta el hermoso sector, los turistas chilenos y extranjeros?