Hasta hace un tiempo, un par de tenientes, suboficiales y personal necesario tenían a su cargo la atención de los servicios que Carabineros había dispuesto prestar con ellos en el sector de Kon Aiken.
Era un puesto de control casi obligado para los conductores de automóviles particulares, camionetas de las empresas petroleras, buses inter urbanos e inter regionales, camiones de transporte de ganado y de carga, tanto chilenos como argentinos, que venían o se marchaban de Punta Arenas.
Y la tarea no era menor, ni insignificante, porque, en días normales, decenas de vehículos de todo tipo pasaban frente a la tenencia de Carabineros que, después, se transformó en retén y hoy es un simple puesto de control carretero que funciona desde las ocho de la mañana hasta las veinte horas.
Muchos automovilistas, alguna vez, debieron mostrar sus documentos y los de sus vehículos en esos controles, cuya sola presencia disuadía, incluso a gran distancia, a los más audaces o a los más irresponsables puestos detrás de un volante.
Los carros policiales realizaban frecuentes rondas, sus patrullajes permitían controlar a quienes no respetaban la ley del tránsito o los que fueron siempre “amigos de lo ajeno” y que estimaban (y todavía lo estiman así) que los corderos, las ovejas, los vacunos y hasta los caballos, que pastaban en los campos, estaban a su entera disposición, de sus rifles, de sus cuchillos y de sus vehículos de transporte ilegal.
Los carabineros destacados en Kon Aiken, más de una vez, fueron felicitados y calificados como “un bastión contra el abigeato”, el robo de ganado que hace desaparecer, según cifras de los ganaderos magallánicos, la dotación de animales de cinco estancias cada año, con numerosos detenidos pero pocos condenados por la justicia.
Las cosas cambiaron: el mando entregó responsabilidades a los policías destacados en Río Seco, Villa Tehuelches, Morro Chico y Monte Aymond. Y las cosas cambiaron tanto para Kon Aiken como para Cañadón Grande, un retén del que sólo queda el recuerdo, en los campos que le dieron su nombre a esa unidad policial.
Pero el puesto de control carretero de Kon Aiken sigue en pie, aunque golpeado por el abandono, el olvido y el viento, porque ya no hay familias viviendo en el cruce a Peckett; porque después de las ocho de la noche permanece cerrado; porque, durante el día, según se puede constatar por quien quiera que transite de sur a norte o de norte a sur, apenas presta funciones un sólo funcionario.
El viento derribó un estanque para el agua; ha derribado portones y trata de lanzar al suelo del sector, lo que queda de las viviendas, alguna vez habitadas por algunos funcionarios y sus familias.
Los controles se acentúan en el sector de Río Seco o con carros, balizas y sirenas que se desplazan por la ruta a Puerto Natales, al aeropuerto o hacia la frontera.
Pero ni el abandono, ni el olvido ni el viento, que golpean la que fuera una antigua tenencia de Carabineros, impiden que la mayoría de los ganaderos insista en que debe mantenerse en funciones para seguir combatiendo el abigeato. Que se requiere que sigan patrullando, controlando y disuadiendo a los conductores irresponsables que se desplazan por las rutas magallánicas en ese sector y más lejos. Que sigan desafiando calzadas de ripio, la nieve, la escarcha, la lluvia y el viento para cumplir con sus labores.
¿Habrá novedades? Se espera que sí, porque planes y decisiones están en análisis por parte del mando institucional y de algunos servicios públicos.
Mientras tanto, las construcciones policiales seguirán en pie, pese a los esfuerzos de la naturaleza por demostrar que contra ella no es fácil luchar y mucho menos, vencerla.