Compró dichas tierras y a medida que pasaba el tiempo, la floreciente industria fue encontrado múltiples usos, distintos al objetivo inicial. Por lo que don Lorenzo creó un pueblo, en lo que hoy se llama Bahía Bustamante, con comisaría, iglesia, escuela, proveeduría, panadería, bar y múltiples casas para gran parte de su personal. “Suni”, diminutivo de Sunilda, era una de las 500 almas que trabajaron aquí y hoy es parte de la historia viviente de este lugar, porque estuvo en la época de apogeo de la actividad alguera y al día de hoy, con otro escenario muy diferente, ella sigue ligada al recuerdo y al apego que tuvo por don Lorenzo. De la mano de esta pequeña mujer de arrugas en la frente como los áridos ríos secos de la región, de espíritu indomable, vivaz y con gran sonrisa a flor de piel, recorremos los distintos lugares de secado y elaboración de las algas.
A cada paso por el pueblo, que en algún momento fue floreciente y lleno de luz, “Suni” tiene una anécdota que contar, hasta que finaliza la recorrida en una extraña iglesia de interminables bancos y una gran cruz que se apoya sobre su techo. En voz baja y como no queriendo despertar a los santos comenta que una noche, un grupo de jóvenes se juntaron a tocar canciones cristianas y entre estribillo y estribillo descubrieron, muy cerca del altar, el mismísimo rostro de Jesús delineado en los azulejos del piso. Actualmente se encuentra enmarcado con unas flores y resultan atrapantes la similitud de sus gestos con los dibujos que habitualmente estamos acostumbrados a ver.
En el salón de lectura de la casa principal el calor de la salamandra devuelve la vida al cuerpo y la extensa vista hacia el mar desde sus amplios ventanales invita a no querer salir de allí. Los libros que visten las paredes en amplias y orgullosas bibliotecas de madera maciza, hablan de las primeras expediciones que sufrió esta región mediante grabados, mapas y dibujos, llamando a conocer algo más de su historia.
El chef Pablo y Camila, su mujer, nos atienden con sumo entusiasmo y mientras nos sirven el té nos comentan sobre las bondades y características de las 44,000 hectáreas que posee este lugar que don Soriano construyó con toda su pasión.
El trayecto en 4x4 es interrumpido por gauchos que arrían a las ovejas, moviéndolas de tranquera en tranquera para no agotar el alimento sus campos. “Una oveja, un hectárea”, nos cometa Nicolás que, con sapiencia y destreza, continúa conduciendo hasta que un par de profundos cañadones detienen nuestra marcha en forma definitiva y nos invitan a continuar a pie. Nos encontramos en el medio de un bosque petrificado que comenzó su transformación hace 65 millones de años. Uno de sus troncos parece haber sido cortado hace horas, pero al tocarlo claramente es muy duro e indestructible. La caminata se torna llevadera ya que hay mucho que ver. Algunos leños emergen de las entrañas de una empinada pared, como vigas de un edificio en construcción, y mientras continuamos avanzando, nos vamos aproximando a “La Pirámide”.
Ésta es una formación de material relativamente frágil de varios metros de alto que no entra en casi ningún lente fotográfico pero que aún así, los turistas insisten en retratar.
Durante la vuelta, cruzamos algunos ríos secos que durante la época de intensas lluvias desbordan su caudal. La camioneta nos deposita en Bahía Bustamante nuevamente y aprovechamos que el viento nos da unos minutos de paz, para disfrutar de un atardecer de raros colores anaranjados que pintan las piedras de la playa, y que junto al sonido de pequeñas olas, que en forma tímida se acercan a tierra firme, nos sumergen en el placer de la tranquilidad. Sin lugar a dudas que don Lorenzo y todas las familias que vivieron en este lugar vieron algo más que trabajo. Él supo crear un legado que se fue conformando, a través de los años por miles de historias que creyeron que esta sitio era diferente. Hoy, su nieto Matías, no sólo enaltece la figura de su abuelo mediante las palabras, sino que con la recepción de turismo a curiosos viajeros, abre las puertas de esta región silenciosa e introspectiva que tiene mucho por contar a través de sus vientos, su mar, sus islas y una fauna tan rica y atrapante, como los primeros pasos de su abuelo y la gente que decidió seguirlo hasta aquí.