Pero, la galería de la Quinta Vergara tenía, inusualmente, una cantidad considerable de niños y niñas (principalmente) para presenciar el espectáculo del novel grupo de pop latino y reggaetón, CNCO.
Los llantos desconsolados de las niñas, que no superaban los diez años, no eran porque no les habían comprado algún dulce o porque se habían perdido el capítulo de algún animé de moda, sino más bien porque los cinco integrantes del grupo formado en Miami estaban de blanco sobre el escenario, con su ritmo y sus pasos y el coro infantil de fondo.
Para los que no sabían que el fenómeno boy band había vuelto a renacer de la mano de esta agrupación que tiene a jóvenes provenientes de distintos países de Latinoamérica, esta presentación fue un hito instantáneamente comparable con la versión 39 del Festival de Viña del Mar, cuando Backstreet Boys le puso un toque mundial a una edición de 1998 que recurrió a artistas que con el tiempo fueron apareciendo en varias oportunidades en la Quinta.
Lo que sí, estos cinco jóvenes no sonaban como los Nick Carter y compañía. Pese a cumplir con su rol de revolver las feromonas de las pequeñas presentes (sexualizadas a temprana edad), los artistas carecían de una voz realmente destacable y sólo uno de ellos habría pasado algún capítulo de Rojo Fama Contra Fama, ya que la calidad de ciertos integrantes era nefasta.
En
cuanto al show, se agradece la preparación de coreografías bien
ejecutadas y de un vestuario uniforme, punto de partida de toda boy
band.
Es decir, tampoco se podría reprochar las características nucleares de este tipo de agrupación juvenil, sino que la crítica fundamental que se les hizo (y probablemente se les ha hecho en otras partes) es la falta de calidad vocal.
Tras una presentación que incluyó en su primera parte los éxitos más reconocidos del grupo, como “Hey DJ”, la muchachada les entregó la tan obvia Gaviota de Oro, ante lo que Cristopher, Joel, Richard, Erick y Zabdiel (integrantes de CNCO) pidieron un minutito de espera, para cambiarse. Si bien el público infantil gritó al unísono que no les otorgaban ese espacio temporal, los chiquillos desaparecieron tras escenario, para cambiar su parte de arriba del vestuario y aparecer esta vez con poleras negras.
Otra
cosa que llama la atención de los cantantes es la poca capacidad de
entregar algún tipo de mensaje, aunque fuese vacío, al público. Cada vez
que la música se apagaba y cogían el micrófono para expresarse frente
al “Monstruito Kid”, los chicos de CNCO no decían nada muy concreto, ni
nuevo.
“Es una noche espectacular, una noche muy linda. Los amo a todos”, fue la frase más repetida por los integrantes.
Tampoco, se nota una especial buena onda entre los integrantes del grupo, quizás otra característica fundacional de una boy band, para destacar la individualidad de cada quien y poder crear preferencias más específicas entre los fanáticos. Al fin y al cabo, es un cinco por uno.
Junto con eso, una falta de sinergia y empatía con los fans. El show se desarrolló sin una reciprocidad necesaria a la hora de una presentación artística. Muy envasado todo y con una falta de soltura que tendrán que ir desarrollando con el tiempo. No hay que ser tan tajante, les queda tiempo.
De hecho, cuando les pidieron la “colita” desde la galería, el grupo se limitó a decir que lo estaban “pasando la raja”, lo que quizás tiene que ver, si nos ponermos rebuscado, pero que en realidad se debió a una falta de conocimiento del antiguo concepto chileno.
La Gaviota de Oro no se demoró en bajar desde la galería, tras los gritos que salían de bocas con dientes de leche aún. Lo mejor es que los cinco integrantes trataron de “usted” a Carolina de Moras, lo que hace sentir viejo hasta al más lolosaurio.
Para rematar la presentación como corresponde, la boy band soltó el hit más grande que han tenido hasta el momento, “Reguetón Lento”, con lo que desataron la locura entre sus fanáticos.
Incuestionable energía que contagió a los más pequeños que gozaron de lo lindo con CNCO. El próximo año vendrá el Perro Chocolo y el mismo público coreará sus éxitos.