Hace ya algunas semanas atrás, se celebró en
Madrid una nueva Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
una edición que sin lugar a dudas no estuvo exenta de polémicas y que agudizó
aún más la preocupación de una parte importante de la población interesada en
el fenómeno de la contaminación medioambiental debido a la poca capacidad de
acuerdo mostrada por las grandes potencias económicas a nivel mundial.
Como es costumbre en este tipo convenciones
internacionales, uno de los más atacados resultó ser el capitalismo y las
libertades con las cuales supuestamente se les permite a las grandes empresas poder
contaminar a diestra y siniestra sin preocuparse por recibir futuras y
eventuales represalias desde el Estado. Se afirma, en muchas ocasiones, que
fenómenos como la Revolución Industrial y el aumento de la productividad debido
a un consumismo exacerbado y un sistema que beneficia a las empresas que logran
satisfacer a sus clientes son precisamente los causantes del problema que
representa para la humanidad completa el cambio climático y el calentamiento
global.
Al respecto, toda vez que se analizan las
correlaciones entre los índices de libertades económicas y el desempeño
medioambiental de los países, se puede desprender de los datos que no existe
una relación directa entre libertades de comercio, la apertura a los mercados
internacionales y la eficiencia regulatoria con una mayor contaminación y daños
a los ecosistemas a nivel país, de hecho, ocurre exactamente lo contrario,
aquellos países donde existe una menor intervención del Estado en las
relaciones económicas y donde hay una mayor libertad para poder emprender y
generar innovación en toda clase de bienes de consumo, el desempeño en materia
medioambiental suele ser considerablemente mejor.
De la misma manera, a diferencia de lo que se
suele afirmar respecto de que los países contaminantes invierten en los
no-contaminantes y que de esta forma se genera una relación comercial en la
cual la tendencia mundial es que los países más pobres sean contaminados por
los más ricos y así las grandes
potencias puedan mantener buenos índices de desempeño medioambiental, se debe
afirmar que también es falso, pues, la evidencia demuestra que aquellos países
que mantienen buenos y altos índices de cuidado y calidad medioambiental suelen
invertir en otros con desempeños similares, mientras que los más contaminantes
suelen comercializar a su vez con otros que mantienen igualmente muy bajos
índices de calidad y desempeño medioambiental.
¿Por qué ocurre esto? Porque quienes afirman
que el capitalismo y la libertad de emprendimiento terminan por dañar al
medioambiente se olvidan de un factor fundamental, el motor de todo desarrollo
material, humano e histórico: la innovación. Se asume, de manera equivocada,
que el único incentivo existente para las empresas es el aumento del lucro a
corto plazo, y no se considera que la búsqueda por lograr métodos de producción
más efectivos y limpios pueda ser una meta a largo plazo para muchas empresas o
que podrían ser los mismos consumidores los que por motivación propia opten por
aquellos productos ofertados por firmas poco contaminantes.
Ejemplos que demuestran lo anterior hay
muchos, uno de ellos son las investigaciones realizadas por diversas empresas
que buscan en el futuro poder realizar extracciones mineras en el espacio,
compañías como Space X, Ispace o Planetary Resources, entre las cuales figuran
millonarias inversiones hechas por el reconocido científico y empresario Elon
Musk, buscan poder comenzar con la realización de la llamada ‘minería de
asteroides’ y de esta manera evitar el daño a los ecosistemas que causa en
nuestro planeta la extracción de minerales. Otro ejemplo a menor escala, es llevado
a cabo por la empresa chilena ‘Freshwater’, quienes hace algunos años crearon
una máquina capaz de convertir el aire en agua con la finalidad de poder
venderla a bajo costo y ayudar a las personas con dificultades para poder
acceder a ella, otorgando, de esta manera, nuevas fuentes de agua potable ante
la inminente escasez futura.
En conclusión, el capitalismo no es ningún
enemigo del medioambiente y, de hecho, puede llegar a ser su aliado más primordial si se
le permite. Los discursos predominantes en la esfera política suelen hacer
mención de una supuesta necesidad por aumentar el intervencionismo estatal con
la finalidad de reducir la contaminación, sin embargo, es precisamente este
intervencionismo el que, por medio de la supresión de la libertad que lleva a
la innovación, puede traer consigo graves problemas para poder crear un
desarrollo realmente sostenible y que sea amigable con el medioambiente.