La obsecuencia consiste en querer congraciarse (hacerse el simpático) con el otro con el fin de obtener beneficios personales. El hombre mediocre quien fue magistralmente definido por el filósofo argentino José Ingeniero, es un especialista en emplear esta artimaña para trepar o mejorar su posición social: porque es un incapaz. Lastimosamente este prototipo de ser humano ha permeado el alma de nuestro país.
¿Cuántos de los que han ocupado u ocupan cargos de autoridad, han accedido y se han mantenido o se mantienen en estos gracias a su condescendencia y a su comportamiento rastrero?
Los mediocres para su sobrevivencia requieren de pares para protegerse o apoyarse (no pueden sobrevivir y mucho menos avanzar como individuos) y así lograr obtener el éxito fácil. Además, de este modo cuando instruyen el peligro, pueden transformarse en verdaderas jaurías y atacar sin piedad a quienes consideran más competentes o mejor preparados. Lo recién descrito es la principal estrategia de los mediocres para impedir que surjan o aparezcan líderes verdaderamente idóneos que eleven el nivel de la organización en la que están insertos.
Los obsecuentes son los que mantienen el status quo e incluso luchan para que la realidad se mantenga tal como está, porque es la que ha propiciado su bonanza .Sin embargo, les aterra el cambio porque frente a este se pone en juego las verdaderas capacidades de sobrevivencia y son de las que carecen, porque todo su éxito se ha basado únicamente en arrastrase y en no contradecir a quienes ostentan poder. Es decir, en someterse y adular a quienes manejar los hilos desde una posición superior.
Los mediocres intuyen que la situación actual es muy peligrosa, pero no la pueden entender porque carecen de la preparación para ello. En este periodo crítico, los obsecuentes están en un peligro real de extinción, porque la zalamería y/o el comportamiento rastrero ya no resultaran adaptativos.
En un trance como el que vivimos se requiere ser capaz de adaptarse a los cambios. Esto implica esfuerzo y capacidad para comprender que esta nueva realidad no es estática y la apariencia de que todo está igual es tan solo una ilusión. Además, hay que tener la suficiente flexibilidad para reprogramarse frente a las nuevas circunstancias. Todo lo cual, implica esfuerzos tras esfuerzos (lo que desconoce el mediocre) porque su vida se ha caracterizado por la comodidad y la obtención del éxito fácil.
Como reza el dicho popular: ¨No hay mal que por bien no venga´. Si bien es cierto, todos hemos sufrido bajo estas circunstancias, pero cuando logremos tener una visión retrospectiva constataremos que esta crisis ha logrado lo imposible: que se extingan y desaparezcan los obsecuentes y rastreros y emerjan los verdaderos líderes: personas capaces, comprometidas y sensibles frente alas necesidades humanas las que guiarán nuestra patria hacia el progreso que tanto se requiere.