La crisis del coronavirus será recordada por largo tiempo en la memoria del mundo, por lo inusual de sus consecuencias y el lamentable efecto que tuvo en la vida de muchas personas. Terminará, esperamos, y el mundo será distinto si logramos entender los aprendizajes que nos ha regalado esta pandemia.
Aprendimos que una buena salud permite afrontar un virus con mejores posibilidades de no ser afectados, o bien, aprendimos que teniendo “enfermedades de base” la vida se hace más riesgosa. El mensaje es claro, el sistema de salud debe funcionar de manera tal que los ciudadanos no alcancen a tener diabetes, hipertensión y enfermedades similares que los pongan en riesgo. Eso es prevención, en un sistema de salud pública que con esfuerzos llega a dar atención oportuna y donde la prevención apenas avanza. Salud al debe.
Aprendimos, también, que es importante mantener ciertas conductas que impidan el contagio. Y observamos que muchas personas hacen caso omiso a estas recomendaciones, argumentando que “es su derecho” salir donde quiera. Esto es un problema importante, toda vez que nuestro sistema educacional, destrozado en los tiempos de la dictadura, no forma ciudadanos, no forma a nadie. Enseña datos, entrega información, pero no entrega valores, no forma ciudadanos que entiendan que asociado a derechos hay deberes. Veamos a Uruguay, país de ciudadanos ejemplares, cómo le fue con el virus. Educación al debe.
Quedó en evidencia, una vez más, la terrible inequidad de nuestra sociedad. La precariedad de los empleos informales obliga a muchos de nuestros ciudadanos a salir por el sustento diario, arriesgándose a enfermar. La pobreza y el hacinamiento son parte de nuestro país y quienes hacen leyes y toman las decisiones deciden desde su burbuja, sin empatía social. Sistema político al debe.
Aprendimos que las emisiones de CO2 disminuyeron, que la menor actividad de muchos redujo la producción y, por lo tanto, la contaminación. Aquí el aprendizaje lo entrega el hecho de que se puede estar varios meses sin consumir lo superfluo, aquello que al preguntarse qué pasa si no lo compro, la respuesta es nada. Entender que se puede vivir sin comprar lo innecesario es muy importante. Esperanza al haber.
Que no sea en vano entonces esta pandemia. Que tengamos claro que se necesita otro sistema de salud, otro sistema educativo y otro sistema político, para ser capaces de sobrellevar dignamente impactos como éste, y ojalá esto lo reflejemos cuando haya que votar. Que la más rápida enseñanza sea que no se necesita consumir y consumir para ir por la vida. Algunos cambios podemos hacerlos ya, empecemos hoy a construir una sociedad distinta.