La literatura y la música siempre contribuyen para generar un trasfondo de recuerdos y pensamientos, que nos permiten establecer analogías entre los tiempos pasados y los actuales. Así también, permiten prever los están por venir.
Desde joven, cada cierto tiempo escucho “Dark side of the moon” (el lado oscuro de la luna) de Pink Floyd. A veces, también disfruto con “Dust in the wind” (polvo en el viento) del grupo Kansas. Estas canciones suscitan algunas reflexiones, por ejemplo, que las cosas suelen ser en algunos lugares más iluminadas que en otros y, al parecer, todo lo que somos, es polvo en el viento. Además, dicen: “No te resistas, nada es para siempre, salvo la tierra y el cielo. Todo se escapa y escurre y todo tu dinero no comprará otro minuto”.
Afortunadamente, la actual pandemia tampoco durará para siempre, porque nada es eterno. Entre los múltiples puntos de vista desde los que podemos analizarla, hay algunos datos objetivos, pero conocidos: según estudios de la Universidad Johns Hopkins, Chile esta posicionado entre los 20 países con más contagios en el mundo. Sin embargo, se permitirá el ingreso de extranjeros de cualquier nacionalidad y procedencia, para satisfacer una medida muy esperada por el afectado sector turístico y hotelero, que ha registrado pérdidas económicas millonarias. Si esto reportará grandes beneficios, habrá que evaluarlo según los efectos que tenga.
Otro aspecto poco conocido de la pandemia, es la información emanada de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que revela una reducción drástica de la asistencia a los centros de salud debido a las cuarentenas, el temor a la infección por el coronavirus y la postergación de diversas cirugías. De acuerdo con el Panel, “Tu salud no puede esperar”, organizado por Johnson & Johnson Medical Devices, promotor de una encuesta especializada, Chile muestra el mayor porcentaje de cancelación o aplazamiento de servicios de atención médica en Latinoamérica.
Desde su creación en Venecia el año 1370, las leyes de cuarentena -del italiano “quaranta giorni”, que significa 40 días- fueron concebidas para mantener a raya las enfermedades con la prohibición del ingreso de barcos y mercancías durante el tiempo que entonces se pensaba que tardaban las epidemias en extinguirse por sí solas. La eficacia de la medida nunca fue analizada, pero aun así se fue refinando con el tiempo. Durante la era industrial, las naciones europeas reforzaron las cuarentenas con “cordones sanitarios”: un anillo de seguridad conformado por guardias armados que evitaban la entrada y salida de cualquiera que sospechara o temiera portar una enfermedad epidémica.
La verdad de las cosas que las cuarentenas por sí solas han demostrado no ser una herramienta plenamente eficaz, más aún cuando se les exige a las personas quedarse en casa, sin preocuparse mayormente por su sustento y menos aún por su salud mental.
Mientras en Santiago se vislumbra una esperanza con el desconfinamiento que están llevando a cabo, pareciera que en Magallanes estuviésemos viviendo en un “lazzaretto”, a la antigua usanza de las ciudades europeas de siglos pasados, que tenían una isla remota o centro de contención para aislar a los que estaban o podían estar enfermos.
Pese a la indiferencia centralista que afecta a nuestra Región, tengo la firme esperanza que Magallanes saldrá adelante. Al parecer, los magallánicos, más que polvo en el viento, somos un árbol que resiste. Como muy bien sabemos, en esta región todos los árboles han sido golpeados por olas de frío y sacudidos por el viento, pero siguen en pie.