Para los de mi generación, esos que estamos entre los 30 y 40 años, hablar del toque de queda era una quimera, una triste historia contada por nuestros padres o abuelos de cómo la dictadura de Pinochet privó de libertades mínimas a su población para oprimirla y mantener su sangriento régimen sin contrapeso ni organización.
Después del estallido social por las innúmeras y justas demandas por parte de la ciudadanía, volvimos a escuchar de tener que estar encerrados por horas de forma obligatoria y controlados por las Fuerzas Armadas, incluso, nuestro Presidente llegó a hablar de “estar en guerra”, intentando provocar un enemigo interno para salir del paso. Cosa arriesgada que lo tiene hasta hoy con la peor aprobación de un mandatario en toda la historia.
Pues bien, llegó marzo y, con él, la temida pandemia que tenía al mundo de cabeza. El Gobierno caía en una seguidilla de errores que llevaron a mayores contagios y muertes; nos mandaron a comer empanadas y tomar café, el Ministro Mañalich no sabía del hacinamiento en el que vivían algunas familias en Chile y los recursos para mantener a las personas en prolongadas cuarentenas nunca llegaron. Ahora sí, nobleza obliga, nuestro país ha tenido un impecable proceso de vacunación, que lo ha llevado a ser seguido y mirado a nivel mundial… punto para Piñera y su equipo.
Hace algunos días, el Presidente anunció la extensión del toque de queda por 3 meses más. Ya llevamos un año y quiere 3 meses más, haciendo que nos transformemos en el país con mayor prolongación de encierro nocturno durante toda esta crisis sanitaria mundial.
¿Cuál es la real razón para esto? Me cuesta pensar que es por mantener a raya el coronavirus, si incluso, por permisos otorgados, se colapsaron balnearios, lagos y lugares de vacaciones. Inventaron nuevas formas para hacer fondas en familia para el 18 de septiembre y la Navidad y año nuevo también tuvieron una mirada distinta. Quizás por fin esos días el virus sí se puso bueno.
Desde mi punto de vista, no existe un relato lógico para continuar con esto. Además, que claramente repercute a uno de los rubros más castigados y abandonados a su suerte como el gastronómico y el turismo en general.
El senador Alejando Guillier anunciaba que no estaría dispuesto a concurrir con su voto para la extensión del Estado de catástrofe “si el Gobierno no rinde cuentas de su efectividad para combatir la pandemia con evidencia fundada y validada por expertos”. Es un mínimo que cada uno de los congresistas deben exigir si es que se quiere entrar a un debate serio y alejado de supuestos.
Para poder vivir en democracia y paz, es necesario que todas y todos los ciudadanos de este país, puedan ejercer sus plenas libertades, hoy, de desplazamiento por donde se plazca y siempre guardando las medidas sanitarias recomendadas.
Quedará en la conciencia de nuestro gobernante y sus representantes en todas las regiones, en el haber participado en un proceso donde se violó los derechos humanos de cientos de jóvenes, con muertos y mutilaciones oculares, además, de quitarnos nuestras libertades por más de un año.