Con gran preocupación vemos el desastre ambiental que está ocurriendo en el fiordo Comau, aledaño al Parque Nacional Pumalín Douglas Tompkins en la región de Los Lagos. La floración de algas nocivas y la muerte masiva de miles de salmones amenazan la rica biodiversidad marina de este fiordo, hábitat de uno los bancos de corales de agua fría más importantes del planeta.
Desde que comenzamos a trabajar por la conservación de la Patagonia a comienzos de la década de los 90, hemos visto cómo año tras año las salmoneras se han ido expandiendo en las costas de diversas áreas protegidas de este territorio, lo que junto a otras actividades extractivas, como la pesca de arrastre, contaminan y ponen en riesgo no solo los ecosistemas marinos, sino también los terrestres, ya que ambos están íntimamente conectados.
En la región de Magallanes, las aguas del parque nacional Kawésqar son unas de las más amenazadas por esta industria. Si bien esta área está protegida bajo la categoría de reserva nacional, esto no ha impedido la operación de la salmonicultura, lo que genera una contradicción respecto de los objetivos de conservación para lo cual fue creada. A la fecha, esta reserva cuenta con cerca de 60 concesiones de salmonicultura y varias en trámite.
Prohibir este tipo de actividades tan dañinas con el medioambiente es clave para asegurar una conservación efectiva y de largo plazo. La única manera de lograrlo es a través de la creación de parques marinos que sean espejos de conservación de los parques terrestres existentes. Así, avanzaremos hacia una visión integrada de conservación basada en un enfoque ecosistémico, donde la protección y restauración de los procesos ecológicos son relevantes en su conjunto, garantizando la continuidad ecológica y las dinámicas de los ecosistemas completos.
Si bien Chile está dentro de los cinco países con mayor superficie marina protegida con el 42% de sus aguas con algún grado de protección, solo el 24% corresponde a parques marinos. Además, las áreas protegidas se concentran en la región de Valparaíso (90%), específicamente en zonas insulares, existiendo una baja representación de los ecosistemas marino costero y patagónico (menos del 1%).
Frente a la crisis ambiental que estamos viviendo, urge repensar el tipo de desarrollo económico que potenciamos como país. Si seguirá siendo un modelo que deprede los pocos ecosistemas prístinos que van quedando, o si avanzaremos hacia un sistema donde todas las comunidades de vida podamos convivir en armonía.