La crisis social -que se instaló en el país desde el 18 de octubre de 2019- y la económica -agravada por la pandemia del Covid-19- que estamos viviendo en la Región de Magallanes y Antártica Chilena es única y exclusivamente responsabilidad nuestra. No tenemos diversidad económica a la cual recurrir en casos como estos. Ante nuestros ojos desfila a diario la enorme cantidad de pérdidas de puestos de trabajo en nuestra región, como nunca habíamos visto. En Magallanes, los mismos actores políticos y líderes de opinión han validado ciertas actividades como fundamentales en el desarrollo económico de Magallanes. Por ello, es penoso darnos cuenta de que han sido ellos mismos -incluidos parlamentarios- los que les pusieron la lápida a algunas actividades fundamentales como la minería y también han puesto muchos reparos a la salmonicultura, actividad que está generando importantes ingresos para la zona más austral del país. Por eso es importante mirar a futuro, a un futuro que quizás hoy lo vemos incierto, pero al que hay que apostar con actividades productivas que nos generen un bienestar para habitar esta tierra magallánica. Hay que saber cuidar lo que tenemos, por ejemplo, con otras actividades como la pesquera, la forestal o la energía eólica. El turismo no lo es todo en Magallanes. Ahora nos veremos seriamente resentidos, y es por eso que hay que mirar al futuro con amplitud. No quedarnos en lo de siempre, cuyos provechos generalmente los obtiene el Estado y no el ciudadano de a pie. Es prioritario darnos cuenta de que el desarrollo de una región como Magallanes debe estar cimentado en sólidas bases, entregando espacios para un desarrollo económico y social que satisfaga las necesidades de su población y no solo intereses personales, basados en políticas populistas y añejas.