El doctor Lautaro Navarro Avaria fue designado “médico de la ciudad” en Punta Arenas a fines del siglo XIX. Avaria, egresado de la Universidad de Chile, destacaba por sus características humanas, académicas y de ilustración cultural y científica. Aquí se radicó y formó, convirtiéndose en el precursor de la atención sanitaria moderna.
Su talento, que superaba el campo netamente profesional, y su gran espíritu cívico le merecieron incluso el encargo de organizar el primer censo general del territorio de Magallanes (población, edificación, industria, ganadería y minería), por parte de la Comisión de Alcaldes, realizado en 1906 y publicado en dos tomos en 1908.
Con su experiencia de más de veinte años realizó un profundo estudio de las enfermedades epidémicas de la época en Magallanes. Registró así brotes de viruela en 1894, 1901, 1905, y 1906, enfermedad que finalmente logró ser controlada con éxito. También registró brotes de tos convulsiva (coqueluche) en 1892, 1898, 1901 y 1907; influenza, con brotes en 1900 y 1906, y tuberculosis, mal responsable de la mayor causa de muertes de la época.
Lamentablemente, el 23 de diciembre de 1911, el propio Navarro Avaria fallecería víctima de congestión pulmonar, a la edad de 52 años, en un hecho que causó profunda conmoción no solo en Punta Arenas, sino también fuera de la región, como lo consignara la prensa de la época, tanto en Punta Arenas, Santiago, Valparaíso, Talca y Concepción.
El día de las exequias, 23 de diciembre de 1911, el comercio de Punta Arenas cerró sus puertas y el cortejo fúnebre partió desde el cuartel de la Primera Compañía de Bomberos rumbo al cementerio.
Años más tarde, los restos del hospital que alguna vez rindiera tributo a su nombre yacen derruidos en el corazón de la comunidad a la que consagró su vida.
De hecho, cada noche, cuando usted se va a acostar, y durante las últimas 3.812 noches antes que ésta, un grupo de personas debe arriesgar su vida como guardias de seguridad, protegiendo un enorme, inútil y abandonado inmueble fiscal, emplazado en el casco histórico de Punta Arenas: el derruido edificio del exHospital Lautaro Navarro Avaria.
Con el paso del tiempo sus estructuras se deterioraron ante la escandalosa desidia, frivolidad, falta de realismo y mínima generosidad y grandeza política por parte de las autoridades regionales. “Uno viene a Punta Arenas, ve el edificio abandonado del hospital viejo y se pregunta ¿dónde están el intendente y el alcalde que no hacen nada por esto?”, comentó el dirigente sindical de Enap Nolberto “Cachorro” Díaz, en el programa de Pingüino Radio “Las cosas por su nombre”.
La situación ha llegado a tal punto que una recuperación del recinto para fines cívicos superaría los 40 mil millones de pesos, según la más reciente tasación del edificio, una que muchos consideran desactualizada porque el deterioro del recinto ha continuado a un ritmo devastador.
Durante los últimos diez años el recinto se convirtió en un centro okupa y foco de insalubridad y vandalismo. En abril, 17 personas, incluidas entre ellas un candidato a concejal, fueron detenidas mientras realizaban una tocata clandestina, a pesar de las restricciones sanitarias.
“¿Dónde están el intendente y el alcalde?”, también se preguntan los vecinos del Barrio Prat, que ven en lo que se ha convertido el edificio que por 57 años fue el principal centro médico y campo clínico de la Patagonia austral y un poderoso foco de desarrollo urbano para uno de los barrios más históricos de la capital magallánica.
Una y otra vez, desde hace diez años, las unidades de Bomberos deben acudir hasta el sector, en distintos frentes, debido a que las personas queman los pocos elementos que quedan en el recinto, con la finalidad de calefaccionarse, y esto ha encendido las alarmas entre los vecinos, que llaman para evitar una tragedia.
“Esto antes ocurría los fines de semana, ahora ni porque es pandemia paran. Siguen entrando, siempre se meten por el lado de Angamos o por Zenteno; ellos acá siempre dicen que tienen guardias, pero qué van a hacer esas personas si son muchos los que se meten, entonces también están en riesgo si les hacen algo. Ahí se drogan y quizás que cosa más hacen, me preocupa que pueda producirse una situación más compleja, considerando que podrían matar a alguien, se escuchan gritos y música incluso, pero lo más malo de todo es que uno llama a Carabineros y no vienen nunca, quizás también les da nervios entrar, porque además eso debe estar lleno de infecciones, entonces yo creo que las autoridades de una vez por todas deben ponerse las pilas y dar una solución. Darle el edificio a alguna institución o demolerlo, porque al final ellos están bien en sus casas y uno que vive acá es el que sufre, el que tiene que estar pendiente de que no hagan nada o que no vayan a pasar a hacerle algo a su casa”, dice Margarita González, vecina del sector, en un relato que se ha repetido hasta la saciedad en los medios regionales.
Recorro a pie el entorno del recinto, que ocupa más de una manzana, y resulta impresionante el nivel de destrucción y abandono. Aunque el edificio principal todavía sigue en pie, todo alrededor ha sido devastado por el vandalismo. Hablamos que no son solo rayados en las paredes e, incluso, automóviles abandonados en el antiguo estacionamiento. Lo que más impacta es la gran cantidad de restos incendiados que se observa en los sitios eriazos que se extienden y crecen día a día, semana a semana, allí donde alguna vez hubo boxes, pacientes y el personal de salud luchaba, bien o mal, con grandes limitaciones seguramente, pero sin duda con un gran esfuerzo y dando lo mejor de sí por traer consuelo a las personas enfermas.
Porque ese espíritu, desgraciadamente, no ha sido correspondido por quienes tenían el deber de hacerlo.
Lo más terrible, absurdo y escandaloso es que todo esto no es fruto de una descuidada decisión centralista tomada por alguien en Santiago que no sabe siquiera dónde está Punta Arenas.
No, en absoluto. Porque el edificio pertenece desde hace años al Gobierno Regional y por lo tanto es responsabilidad casi total y absoluta de las propias autoridades que los magallánicos hemos contribuido a elegir por más de una década, incluidos los últimos tres alcaldes, los presidentes del Consejo Regional y los nueve intendentes que se han sucedido desde entonces. El hecho de que entre ellos se cuenten varios arquitectos y médicos que probablemente pasan frente a estas ruinas a menudo y conocen la historia detrás, hace aun más grave su falta.
En contraste con tal desidia e incapacidad, el ejemplo que nos dejó el doctor Lautaro Navarro Avaria brilla con más intensidad.
Hoy los bomberos de Punta Arenas, los mismos que llevaron alguna vez su féretro hasta el cementerio, deben acudir una y otra vez a combatir pequeños siniestros en medio de los restos del edificio que alguna vez llevara su nombre, debido a la precariedad de una clase política regional carente de la grandeza de aquel hombre extraordinario.