La mayor problemática del coronavirus radica en la educación. En Magallanes hemos permanecido por más de un año casi completamente confinados, con nuestros escolares tratando de aprender vía telemática o bien con guías que incluso hasta nuestros mismos profesores se han encargado de repartir por los hogares.
Con las cifras de hoy, con más del 80% vacunado y con una baja tasa de contagios que se viene dando desde hace dos semanas, muchos pensarían que las clases presenciales se podrían retomar con absoluta normalidad, y aún en nuestra región estamos lejos de ello. El tema es delicado y ya hay varios ejemplos a nivel internacional: Israel intentó la vuelta presencial con su pandemia “controlada”, logrando la aparición de contagios en alumnos, familias y profesores velozmente, por lo que tuvo que volver atrás recomendando que no hicieran lo mismo por haber fallado.
Los especialistas señalan que los niños sí contagian, además de reconocerse que cerca del 50% de las personas pueden ser asintomáticas y contagiar especialmente entre 30 y 50. La “primera línea” de altísimo riesgo son el personal docente, paradocente y de apoyo administrativo en lugares vulnerables. Y en la educación esto se propagaría aun más. La pregunta es si en Punta Arenas tenemos escuelas con más de 35 alumnos en 50 metros cuadrados, donde no hay opciones de implementar medidas de prevención de riesgo eficaces.
Las decisiones deben ser conversadas, analizadas y consultadas a los expertos, porque por apurar la recuperación socioeconómica y escolar no se puede obligar a poner en riesgo a niños ni adultos. Incluso la determinación debe considerar los peligros pese a la masiva vacunación a menores de edad. Hay que ser responsables y ver nuestra realidad.