Estamos viviendo tiempos de supuestos debates como antesala a unas primarias legales que son financiadas por todos los chilenos, participen o no en ellas. Lo cierto es que eso no es malo para nuestra democracia, todo lo contrario, busca como principio mayor instaurarla y fortalecerla desde la médula misma de los partidos y conglomerados que conforman el espectro político.
Nos guste o no, las democracias se basan en un sistema sólido de partidos políticos que representan visiones y arquitecturas de la sociedad; no se conocen democracias que se sustenten en las teorías del partido único o grupos funcionales que recogen una demanda de la sociedad y tratan de mirarla con un solo lente; ambas alternativas más pronto que tarde se transformar en totalitarias. Siempre hay que tener cuidado con los líderes que surgen de movimientos que tratan de dar soluciones fáciles para problemas difíciles de la sociedad: la historia nos muestra que esas vías suelen ser costosas y no sustentables en medios materiales, conducen a la inestabilidad política y merman la confianza de las personas en sus autoridades.
Pero como decía un viejo amigo, los pingos ya están corriendo y a veces sin respetar su carril, zigzagueando y olvidándose que lo importante no es querer ganar desde el principio, sino que saber llegar. Pero esto de los pingos tiene sus acepciones y diferencias. En algunos países sígnica un corcel lleno de espíritu y en otros un caballo malatón o de mala raza, simplemente un rocín o ejemplar de mala estampa y de poca alzada.
Pero la política y otras actividades de la humanidad están llenas de ironía, que entre otras cosas es una especie de ignorancia fingida. Sin embargo, y más allá de esto, también es una manera de demostrar agilidad mental, inteligencia y una actitud positiva, como también puede ser una manera de evitar afrontar la situación que se vive.
Lo cierto es que los debates que con generosidad hemos presenciado carecen de los atributos descritos, más bien han estado cargados de sarcasmo, crítica indirecta, argumentación ajena a la realidad y de una impresentable falta de propuestas serias y alcanzables para los tiempos difíciles que corren.
La realidad indica que quien aspire a ejercer la primera magistratura del país tendrá que ser un hombre o una mujer que tenga una visión humanista más integral de la sociedad; que permita dar alguna respuesta seria y prudente a los variados matices que se enarbolan, lo que requiere necesariamente levantar un poco la mirada.
Lo realmente cierto es que quien gobierne en el futuro recibirá un país agotado por la pandemia; con muchas necesidades insatisfechas y una economía alicaída en términos de tasa de empleabilidad; con un escaso crecimiento y un gasto público necesariamente expandido que requerirá de un Estado más recaudador.
Difícil tarea tendrá quien llegue a gobernar, más allá de las frases mágicas que se digan para encantar, persuadir o convencer.