Este año 2021 es muy especial para las personas que viven con diabetes tipo 1. El 14 de noviembre se celebran 100 años desde el descubrimiento de la insulina, un hito que ha impactado a miles de personas en el mundo entero.
Antes del descubrimiento de la insulina los pacientes diagnosticados no sobrevivían más de dos años. Aquellos que tenían más suerte vivían postrados y con dietas restrictivas. Pero en estos 100 años el progreso en el tratamiento de la diabetes ha sido exponencial. Treinta años después de que el paciente cero, Leonard Thompson, recibiera la primera dosis de insulina en 1922, aparecieron las jeringas plásticas desechables que reemplazaron las antiguas jeringas de vidrio que se debían hervir para reutilizar. En los 60’s aparecieron los primeros medidores de glucosa portátiles y en 1964 el Dr. Arnold Kadish creó la primera bomba de insulina. Lamentablemente en un principio no tuvo mucha aceptación por su poca practicidad: era literalmente una mochila con un laboratorio a bordo y complejos mecanismos que bombeaban insulina, glucagón o glucosa directamente al torrente sanguíneo, desde donde además se recolectaban muestras de sangre para el cálculo automático de las dosis a administrar. Sin embargo, comparte el principio básico del tratamiento actual de la diabetes tipo 1: la determinación de los niveles de glucosa y la administración de una dosis de insulina calculada para dichos niveles.
Existen diferentes herramientas disponibles para que un paciente pueda completar estas dos tareas. La medición de glucosa puede hacerse a través de modernos dispositivos que, mediante una gota de sangre, en tres segundos entregan el valor de glucosa. Con esta información el paciente puede hacer el cálculo manualmente y administrarse una inyección de insulina. Esta rutina se repite cada vez que come y en situaciones adicionales cuando es requerido (4-6 pinchazos e inyecciones al día, es decir, casi 150 al mes). Sin embargo, por muy precisos que sean los cálculos y mediciones, la diabetes tipo 1 es una condición dinámica en que no hay dos días iguales y aunque el paciente realice todas las tareas a la perfección, los resultados no siempre serán óptimos. Un error en la administración de insulina, o simplemente un día más activo de lo normal, podrían significar una baja de azúcar (hipoglucemia) que en casos severos puede producir pérdida de conciencia, convulsiones e incluso comprometer la vida. Habitualmente las hipoglucemias, por su naturaleza de urgencia y por su sintomatología, suelen ser sobretratadas, llevando los niveles de glucosa a las nubes y transformando los niveles de glucosa en una montaña rusa de ascensos y descensos, exponiéndolo a una mayor probabilidad de tener complicaciones de la diabetes (enfermedad renal, retinopatía, complicaciones macro y microvasculares, entre otras).
El desarrollo de la tecnología se ha enfocado no sólo en optimizar el control de la diabetes tipo 1, sino también en mejorar la calidad de vida. Hoy existen dispositivos automatizados que integran monitoreo y administración de insulina de manera segura y efectiva. Gracias a algoritmos avanzados pueden predecir los niveles de glucosa que el paciente experimentará dentro de las siguientes 2 horas y determinan, cada 5 minutos, la dosis exacta de insulina que se debe administrar. En caso de que el paciente olvide administrarse una dosis de insulina en una comida, este sistema tiene la capacidad de administrar la dosis adecuada de insulina y reducir la magnitud y duración de excursiones de sus niveles de glucosa. La automatización continúa en desarrollo y estamos en camino a sistemas 100% automatizados. Mientras tanto, esta tecnología le permite a los pacientes preocuparse más de su vida y menos de su diabetes, sin comprometer su control.
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