En una columna del mes de julio planteé que yo creía que si ganaba el Rechazo el Gobierno pasaría a ser intrascendente y tempranamente se dedicará solo a administrar. Lo anterior se basaba al analizar el programa de gobierno extremadamente ambicioso, casi inviable en muchos aspectos de no mediar un cambio constitucional. Por ello el Gobierno insistió en varias ocasiones en la tesis de que el éxito de su agenda transformadora estaba íntimamente ligado a la opción Apruebo de salida. A la luz de la derrota, el Presidente Boric ha dicho en reiteradas oportunidades que “la voluntad transformadora sigue absolutamente intacta y que efectivamente podremos demorarnos un poco más, pero no hay renuncia al programa”. Sus afirmaciones inmediatamente deben llevarnos a preguntar ¿es realista la afirmación del Presidente?, ¿está en condiciones de implementar el programa de Apruebo Dignidad? A la luz de la última elección parlamentaria y el resultado del plebiscito de salida el escenario es bastante adverso y la gestión y gobernanza pasan a ser claves en lo que resta del gobierno del Presidente Boric.
Las señales posderrota dan algunas pistas. La instalación del laguismo con la designación del Carolina Tohá en el Ministerio de Interior y del bacheletismo con Ana Lya Uriarte en el Ministerio Secretaría General de la Presidencia implican una apuesta importante para gobernar con mayor protagonismo de la coalición Socialismo Democrático, que integran el PS-PPD-PR-PL y el Nuevo Trato. Un intento por dejar de ver a algunos como invitados y transformar los distintos apoyos en una sola fuerza que, con orden, coordinación y una sola agenda sean capaz de darle sustentabilidad al Gobierno y viabilidad, aunque sea a una parte, al menos por ahora, al programa gubernamental. Se intenta que los buenos oficios de exconcertacionistas sean capaces de instalar diálogos, negociar y buscar consensos en materia de reformas con los partidos y parlamentarios de derecha, que hoy por hoy representan el 50% del Parlamento.
El Presidente Boric deberá enfrentar un nuevo proceso constitucional tratando de construir una amplia mayoría en el Congreso, entre las fuerzas políticas y la sociedad civil, aunque ello le implique modificar fuertemente sus planes iniciales. La decisión del Presidente de gobernar con la Concertación al mando tampoco es un intento inocente por tratar de avanzar con el programa. Es un reconocimiento tácito por tratar de acercarse a la voluntad expresada por la ciudadanía en el plebiscito de salida. Una forma de mantener en alto el proyecto transformador del país, pero con elementos de anclaje que eviten alejarnos del sentido práctico y gradualista de la inmensa mayoría de los chilenas y chilenos. Es la necesaria construcción de mayorías, en donde se deben sumar con protagonismo a otras fuerzas políticas, más allá de Apruebo Dignidad, incluso más allá del Socialismo Democrático. El Presidente intenta sumar fuerzas, aunque ello implique disminuir las expectativas de gestión de su mandato, sacrificando o retrasando parte de la agenda, aunque ello le signifique ser incomprendido por los partidarios del proyecto original.
El Presidente Boric tiene la oportunidad de revalidar el liderazgo que lo llevó a La Moneda. Debe con urgencia construir diagnósticos y acuerdos transversales entre aliados diversos, pero por sobre todo aprendiendo y gobernando en la derrota para construir la próxima victoria. Desplegar sus capacidades para fortalecer la alianza de gobierno y adaptarla a los tiempos adversos, para demostrar que la causa sigue y que solo hemos retrasado los cambios que Chile requiere.