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Columna de opinión

Palabras para dialogar

opinion
25/09/2022 a las 10:44
Periodista Web 3
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Guillermo Mimica Cárcamo, Escritor

Dialogar nos acerca al semejante, nos alimenta con nuevas y mejores ideas, reflexiones y experiencias, provoca empatía y vivifica nuestras relaciones sociales. El diálogo permite expresar pensamientos, convicciones, y también sentimientos; multiplica el razonamiento, nutre la inteligencia, es capaz de disipar dudas e incomprensiones y apaciguar confrontaciones. En esto, justamente, el diálogo se diferencia de la discusión o la polémica, ya que su objetivo no es convencer, sino dar a conocer una opinión y escuchar la ajena, ojalá para alcanzar acuerdos, aceptando otros argumentos en función al objetivo de encontrar verdades, las que uno busca observando, imitando, leyendo, analizando, pero sobre todo dialogando. La paz es sólida cuando resulta del compromiso generado por el diálogo.

En general, para dialogar, se requiere expresar ordenadamente un argumento. O sea, primeramente, hay que saber hablar; no necesariamente con elocuencia, pero expresar ideas con sustantivos, adjetivos y verbos, las que se encadenen en frases comprensibles. Cuando la temática es compleja, las palabras se van también complejizando, y hacemos uso de algunas figuras de la retórica, recurriendo a ejemplos, analogías, metáforas…La gente de edad avanzada aprendió a dialogar con sus abuelos, vecinos, profesores, y sobre todo en torno a la mesa familiar, donde supo que para opinar se requería escuchar y aprender.

Al contemplar hoy nuestra sociedad, en lo más simple y cotidiano, me surge una cierta inquietud; la que comparto: cuando observamos que la expresión oral y escrita se ha puesto tan pobre, y sabemos que hasta los libros, el arte y las humanidades suelen ser despreciados; que se dan a conocer juicios y opiniones con un vocabulario cada día más reducido, lleno de repeticiones, onomatopeyas y “garabatos” transformados en muletillas; que una opinión cualquiera, emitida sin argumentos, es defendida hasta con violencia so pretexto que quien la expresa tiene “derecho a opinar”; cuando vemos a tanta farándula dándonos cátedra de sabiduría y conocimiento en los medios de comunicación, carnaval éste de liviandad chabacana transformado en referente societal; cuando en las escuelas y universidades, las evaluaciones vienen con respuestas envasadas, entre las que solo hay que escoger una alternativa, sin expresar un juicio, menos aún un juicio crítico; cuando el aprendizaje sistemático de nuestro idioma, con su rica y transgresora literatura, se ha transformado en el simple ramo utilitario de lenguaje, y la filosofía ha desaparecido de las aulas; cuando las redes sociales han llegado a condicionar la expresión cotidiana de sus adictos seguidores, quienes multiplican frases de penosa pobreza acompañadas de un “like” o de un insulto; cuando la mesa familiar de conversación, ha dado paso a una bandeja con comida chatarra frente a la tele… entonces, me vienen dudas: ¿Estaremos preparados, mentalmente, para dialogar?

Conversaba hace poco con un viejo maestro, con quien coincidíamos en que, para comprender nuestra actual situación política, tan repleta de crispación, fanatismos y violencia, debíamos analizar la decadencia cultural en la que nos encontramos. Cada cual adopta su posición en función a un entorno empobrecido, se abanderiza con una postura antes de analizar sus componentes, sin tratar de comprender la complejidad de este presente cambiante, refugiándose en la consigna fácil que lo simplifica todo con ese vocablo torpe de “estoy a favor o estoy en contra”. La opinión aparece tan reducida y abanderizada como lo son los gritos de un hincha alentando a su equipo en la galera.

Así observado nuestro comportamiento social, pareciera que la violencia en los gestos y opiniones resultara en parte de la frustración de no poder expresarse plenamente. Este fenómeno es reciente y es mundial y, sin ser alarmista, nos lleva a deducir que es el pensamiento mismo el que se va quedando sin expresión, corriendo el riesgo de que ese diálogo, tan necesario para la sociedad, se entrampe, antes incluso de iniciase; no por falta de voluntad, sino de palabras que lo alimenten. En nuestro país, ese empobrecimiento cultural que atenta hasta contra la misma estética, tal vez haya alcanzado hoy su paroxismo. Parecerá curioso, a contra corriente o descabellado, pero creo que para soñar con cambiar el mundo y proyectar mejores realidades, debemos volver a la palabra, esa que genera el diálogo, verdadero motor de la historia.

Pingüino Multimedia entrega este espacio a su público para la expresión personal de opiniones y comentarios, apelando al respeto entre los usuarios y desligándose por completo del contenido de los comentarios emitidos.

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