Hoy día conversemos de ingresos y gastos. Una realidad a la que muchas veces cerramos los ojos.
Pensemos en una familia que comienza con gastos mínimos de pareja: alimentación, arriendo, movilización, vestuario, medicamentos, etc. Después llega un hijo (a) y se suman gastos médicos, pañales y más alimentación. La movilización se incrementa por la escala en la sala cuna.
Después llega el colegio, y comienzan los gastos de uniformes, cuadernos y otros. Si los hijos no están establecimientos municipales, se debe agregar la matrícula y mensualidad. Y al pasar los años la educación superior.
Sumemos gastos evitables o minimizables: el automóvil adquirido con un préstamo; ropa de marca; la casa que exige un crédito hipotecario; todos los servicios de televisión digital; consolas de juego y la mejor tecnología de comunicación móvil; lujos del paladar, como recurrentes buenas comidas con familiares y “amigos”, o en restaurantes. Sumamos el mal uso de las tarjetas de crédito, gastando hasta el 5% adicional del cupo, y hacerse adicto al pago mínimo.
Si Ud. entra en crisis económica, tiene dos opciones: buscar un trabajo fuera de la hora para incrementar el ingreso y mantener los gastos o simplemente reducir los gastos. No basta con una declaración de buenas intenciones, sino debe tomar decisiones, aun cuando para algunos miembros del grupo familiar sean impopulares.
En el país sucede lo mismo, hay que definir soluciones concretas. El gobierno propone aumentar los impuestos, y la cereza del pastel es el aumento del impuesto al combustible por cumplir con el programa de gobierno. Medidas verdes en un país donde el transporte público no da abasto para todos los chilenos, no existen los medios para comprar vehículos eléctricos, existe alta inflación, aumentó el precio de petróleo a nivel mundial y sigue la guerra ruso/ucraniana.
Nadie del Gobierno se pronuncia con la reducción del gasto público. Si bien es cierto que hay instituciones en que es impensable la reducción de personal como el Registro Civil, Servicio de Impuestos Internos, Servicio de Salud, entre otros, existen otras instituciones que no generan ningún beneficio para el país o que sus oficinas administrativas, no de producción, se encuentran plagadas de asesores o cargos decorativos para cumplir con el cuoteo político, y de la cual ningún gobierno se ha escapado. La excusa es siempre que las exigencias actuales son mayores, pero la mediocridad de su desempeño e invisibilidad para la comunidad demuestran que son innecesarios. Ahora ¿quién tendrá los pantalones para hacerlo, y quedar como el malo de la película? Nadie. Pero al menos podría evaluarse la reubicación de estos asesores y profesionales de cargos inertes, trasladándolos para que por fin trabajen en otras instituciones, en donde existen funcionarios públicos que realmente hacen un aporte a al país, incluso más allá de su obligación y no dan abastos, sacrificando incluso su salud en el cumplimiento del deber.