“De muchos, uno”, sería la traducción del lema que se encuentra en el escudo de armas de Estados Unidos, el cual, con casi 250 años de uso, antecede incluso a la constitución de ese país, promulgada en el año 1789.
El lema, de 13 caracteres (representativos de cada uno de los 13 estados con que se formó ese país), refleja una meta que, si bien es difícil de alcanzar, debiese formar parte de la hoja de ruta de cualquier sociedad moderna: combinar la diversidad existente al interior de un país con la unidad de propósito que nos convierte en una única nación.
En la primera columna que escribí después que el Consejo Constitucional empezó a funcionar, hablé de las apreciables diferencias que existieron con el inicio del trabajo de la fracasada Convención Constituyente, las cuales, afortunadamente, se han mantenido a lo largo de este segundo proceso, donde no hemos visto disfraces, descalificaciones, votos desde la ducha ni fraudes como el lamentable caso Rojas Vade. Luego de cuatro meses de trabajo, el Consejo Constitucional cumplió con la tarea de entregar un borrador de constitución de 219 artículos, los cuales serán revisados por la Comisión Experta. En un mes más, conoceremos el texto que será plebiscitado el 17 de diciembre.
Como ley fundamental de una comunidad política, una constitución tiene no solo la tarea de reconocer las diferencias, sino que también elementos de unión dentro de un país. En ella, se debe establecer (i) la organización básica del Estado (mediante un sistema equilibrado, con pesos y contrapesos institucionales) y, por supuesto, (ii) un catálogo de derechos y garantías fundamentales que sirvan de límite al poder estatal (particularmente para cuando una mayoría circunstancial logra acceder al poder).
Por lo visto hasta ahora, pareciera ser que este segundo proceso podría llegar a puerto. Parte importante de las normas que se han votado en el Consejo ha sido aprobada por unanimidad. Obviamente, hay materias donde no ha existido ese nivel de consenso, lo cual ha significado la exclusión de ciertas disposiciones (como aquella que declaraba al rodeo deporte nacional) o bien la aprobación de normas por un quorum de tres quintos (e.g. aquella que garantiza la propiedad de las cotizaciones previsionales, que no contó con los votos de los consejeros afines al Gobierno).
Creo importante destacar que, a pesar de las caricaturas que algunos han hecho respecto de una supuesta “aplanadora” que habría existido en este segundo proceso, ninguna de las normas aprobadas se ha considerado contraria a las 12 bases institucionales que le sirven de marco fundamental (por lo que jamás hemos visto una intervención de los “árbitros”, que al parecer se quedarán en la banca).
Si bien es prácticamente imposible alcanzar un texto que vaya a dejar contentos a todos, debemos aspirar a un texto razonable, que sea aprobado por una importante mayoría ciudadana en poco más de dos meses más.
Espero que, en este último mes de trabajo, las personas responsables de sacar adelante este segundo y ojalá último proceso, se enfoquen en aquellos temas que nos unen y no en aquellos que generan división. Así, podremos volver a soñar con una nueva y buena constitución para el Chile de las próximas décadas, que nos permita reencontrarnos y volver a progresar.