Tras la pandemia, el chileno promedio, si antes era medio flojo, ahora lo es mas que antes. Se inventó esta historia de trabajar de la casa, lo que se llama “teletrabajo”, argumentando que era más eficiente que el trabajo presencial. Todos descubrieron que se podía hacer la pega de la casita. Ahí se puede ver tele, tomar café, ir a comprar, sacar a pasear la mascota y “conectarse”. ¿Qué pasó con el trabajo en equipo? ¿Qué pasó con los jefes que enseñaban a los subordinados? ¿Qué pasó con el intercambio de información a viva voz en la oficina común? La verdad es que esta moda la avalan los propios jefes, pues también ellos van menos a la oficina. No hay dudas que algunos trabajos permiten ejercerlos a distancia, pero la mayoría no. Las empresas productivas requieren de operarios, el campo de campesinos regando, abonando, cultivando y podando, los pescadores en sus botes y los profesores en la sala de clases. Hemos llegado al extremo qué con las clases a distancia, los alumnos no prenden su pantalla. No sabemos si se levantaron o se bañaron en la mañana. La reducción de jornada a 40 horas semanales fue “transversalmente” aprobada y si seguimos el modelo español, luego bajaremos a 37,5 horas. Mi experiencia laboral de 44 años con un promedio de 45 horas a la semana, y 24 x 7 en cargos ejecutivos, es que en la oficina se aprenden muchas cosas. Para empezar, se aprende a respetar a la autoridad, se aprende a escribir bien, se aprende a hacer informes y se aprende a enfrentar jefaturas y directorios que transmiten experiencia. Hoy en día la clase dirigente, los políticos jóvenes y también muchos ejecutivos jóvenes adolecen de conocimientos que se obtienen de los demás, los cuales se obtienen mirando y escuchando. Al observar al presidente de la república, en los últimos encuentros empresariales, se aprecia que él no tiene experiencia. Improvisa, cambia de opinión y comete errores de manera sistemática, pues no ha tenido jefes que presencialmente le enseñaran a trabajar. Lo mismo sucede con ministros, seremis y jefes de servicios. Hay un núcleo no pequeño de jóvenes que creen que saben y en verdad no saben. El almuerzo con los compañeros de trabajo, el café a media mañana y el intercambio de experiencia y de información in situ, son claves para aprender del otro. Para que decir cuanto aprende un operario del jefe mas viejo que está al lado y del compañero de trabajo a quien se observa día a día. Es importante que los jóvenes comprendan que hay que levantarse temprano y trabajar duro para llegar lejos en la vida. Quienes creen que los resultados llegan por casualidad están equivocados. La agenda laboral bien recargada, con tareas pendientes y otras en ejecución, son la base del éxito. Estos comentarios los hago extensivos a los dirigentes empresariales jóvenes que no quieren aprender de la experiencia de los mayores. El teletrabajo muchos dicen que llegó para quedarse. Yo discrepo, creo que es factible y necesario en algunas tareas específicas, pero las oficinas y las fábricas deben volver a llenare de personas, que colaboran, que se miran a la cara, que se palmotean para celebrar un nuevo logro. Junto a grupos de trabajadores hay deporte, hay amistad, hay objetivos comunes. El aislamiento produce autistas, que no saben interactuar con los demás y que no desarrollan habilidades blandas. No a la teleflojera.