Unos y otros. Unos u otros. Ayer, hoy, y siempre, hemos asumido o asumimos roles de actores o agentes, es decir, de personas que hacen, dicen, piensan, elaboran, ensayan prácticas en pro de sus ideas, de sus convicciones, de sus conocimientos, de sus valores, o de sus sentimientos, uno y otro, unos y otros, presentándolas, representándolas con meridiana claridad, tímidamente, con firmeza sino con fuerza y, precisamente, desde sus prismas, desde sus experiencias de vida se acercan a sus objetos de estudio, de análisis, y se disponen a ensayar sus pasos desde veredas distintas. Y así, se es protagonista o antagonista, claro está desde la mirada de un tercero, quien así aprecia las posiciones de A y de B.
Definitivamente. Ser protagonista es ser una persona que desempeña un rol destacado, principal, relevante, y antagonista, es la persona que se opone, que procura ejercer fuerza contraria a otra, o que divisa, analiza lo mismo, pero con mirada distinta.
Todo ha de depender de un contexto social, histórico, determinado. De este modo, se es partícipe de una idea, de la génesis de una idea o no. No pocas veces, en ello prima quien ha sido el promotor de una idea, quien la ha ideado, por decirlo así. Alguien ha sido el que dio el vamos, y otro quien ha señalado apreciaciones que oponen o dinamizan objeciones, señalan dudas, o sencillamente participan de la idea, pero con restricciones.
Es protagonista quien da el vamos, quien asoma con mayor nitidez, quien dirige, quien vocea, quien tiene ideas claras de una determinada posición. Y antagonista es quien, a la vez, replica, contradice, mas no necesariamente opone o destruye, pues su versión, su punto de vista es una mirada diferente, y puede ser un aporte, puede contribuir a la edificación, a la construcción de un nuevo estado de cosas.
Así, nadie es antagonista per se, ni siempre ni a todo evento. Y curiosamente, en la superación de un paradigma ya dado, ya establecido, sino extinto, es posible, muy posible, la inversión de roles, de antagonista a protagonista neto.
De este modo, de ser básicamente un obstructor, opositor nato, a ser productor, director, conductor, autoridad netos, hay varios o pocos pasos de distancia.
Los últimos años, este ha sido el caso, en este vaivén, estamos. Lo que debiera ser un motor fuera de borda, es, ni más ni menos, como el personaje que oficiaba de aseador en la residencial La Pichanga, me refiero a “P’atrás p’adelante”.
¡Cuánto querríamos que haya más acuerdo, más acuerdos! Que la perspectiva de análisis no se centre en el qué, sino en el cómo, en pro de quien es o quienes somos los beneficiarios de ese acuerdo. Que en el acuerdo o en loa acuerdos no haya solo una mirada cortoplacista sino que sea con perspectiva de futuro.
¡Eso queremos!