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Columna

No más “señores de la querencia”

opinion
17/10/2024 a las 19:28
Pablo Oyarzo
845

Raúl Caamaño Matamala, Profesor Universidad Católica de Temuco

No, no y no. ¡No más! Ya está bueno. Me refiero al dominio autoritario, prepotente, avasallador, sino déspota con que se establece una autoridad o ascendencia, a veces, ante un rival inexistente o no individualizado, o quizás sí. 

Y sucede que, más que acciones, que sí las hay también, se trata de juicios, opiniones que se establecen con coro, con parafernalia.

Es desequilibrante tal escenario, cuesta deshacerlo, y si se intenta hacerlo, se ha de hacer con igual desfachatez o fanfarronería. A veces, cada uno de estos actos, más que un acto de satisfacción plena deja la impresión de que se trata de un autogol, cuando se creía que era un gol de media cancha, ¡mal, entonces! y luego se juega al empate, una y otra vez, para no dar el brazo a torcer, y con espectadores varios que se toman la cabeza.

Hoy por hoy, donde pongamos atención, y luego de solo un rato de observación asoma una acción déspota, airada, violenta, de palabra, y más que de palabra, de acción, de hechos, o tomamos mínimo conocimiento de una de ellas. Donde menos pensábamos, ahí se descubre, se revela, aparece. No es necesario enterarnos por la tele, leyendo el diario o escuchando la radio, nos enteramos, no más. 

Hay pequeños y grandes “señores de la querencia”, y no me refiero a edades, más bien me refiero a la magnitud de los hechos que acometen, de cuánta herida, cuánta consecuencia dejan, y no son lesiones físicas, que también las hay, son heridas en el alma, en la psiquis, cuyo desarraigo ni con mucho es posible de modo fácil. Y esas heridas, a veces afloran tardíamente, años, sino décadas después. 

¿Cómo desenmarañar esta verdadera plaga de “señores de la querencia”? Son personajes, pues quizás don o dones de persona no hallemos en ellos, que no trepidan en atropellar o no son conscientes de que sus acciones implican daños, deméritos en quienes los acompañan, o sencillamente son afectaciones intencionadas, deliberadas sin provocación mediada o sin siquiera decir “agua va”.

¡Qué contradicción! Se supone, debiéramos suponer que un señor de la querencia es un señor que prodiga el querer a su prójimo, a los de su entorno inmediato, su familia, sus compañeros de trabajo, sus amigos, en fin, a todos quienes le acompañan en este transitar por la vida. Sin embargo, de quien nos ocupamos en esta columna es aquel que invierte ese rol del querer bien por querer mal a su prójimo. 

¿Por qué? ¿Por qué este estado de situación? Por preferir el tener antes que el ser. Por escoger el mal antes que el bien. Por preferir o anteponer la verticalidad antes que la horizontalidad. 

¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? Corregir la pirámide, invertirla, optar por más educación, mejor educación, toda, la familiar y la institucionalizada, y centrarla en una educación que desarrolle la empatía, y esta se irradie en el sistema escolar, en la familia, en los centros laborales, en todo ámbito. La diversidad no es un problema, no debe serlo, nunca debió serlo, la diversidad es un valor. Somos diferentes y somos iguales a la vez. Debemos reconocernos en el otro, en el tú, en el prójimo. 

A mis circunstanciales estudiantes de los últimos años suelo preguntarles si saben el nombre de algún guardia, de algún conserje, de algún asistente de la educación, de un portero, de alguien con quien se relacionan, con quien tratan más de algún asunto con cierta cotidianidad. Y los sorprendo. Hurgan y hurgan en sus memorias, y con alguna dificultad asoma algún nombre; los apremio, les pido más detalles, nombre y apellido o apellidos, y son más las dificultades. Los comprometo y se comprometen a desarrollar esta tarea de investigación. Les digo que no tengan vergüenza, que platiquen, que se den un tiempo, que no lo pierden, lo ganan, no solo ellos, ambos, uno y otro. 

Tarea, para todos. Desarrollen, desarrollemos esta asignatura. Conozcamos al prójimo. Algo, un poco, tenemos hasta fin de año. Les preguntaré cómo va esta asignatura. ¡Éxito y buenaventura!

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