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Columna

Estadillo, insurrección, golpe de Estado

opinion
21/10/2024 a las 17:09
Pablo Oyarzo
992

Hernán Ferreira, Abogado

A

 esta fecha, ya habrán transcurridos algo más de cinco años desde aquel fatídico 18 de octubre del 2019. La violencia se tomó las calles de nuestro país. Violencia física, verbal, económica, emocional, etc. Quienes estuvieron y están todavía felices con lo sucedido en ese tiempo, le llaman eufemísticamente “estadillo social”. Con ese nombre desean darle un cariz romántico y épico a lo que fue una tragedia nacional. En lenguaje coloquial se diría que quienes promovieron la violencia, “estaban en su salsa”. Por fin la revolución cambiaría el modelo de libre mercado por uno socialista con la ayuda del “pueblo”, que tomaba “conciencia” de sus luchas. 

Luego de un lustro, la percepción de la gente medida por encuestas y por su propia opinión al intercambiar pareceres, es negativa. Medido en casi todos sus índices, desde el 18 de octubre del 2019 y como una de sus causas, el país está en franco deterioro. La desazón se siente en las calles. La desesperanza por el futuro del país, es quizás el sentimiento más extendido en la población. De a poco se va tomando conciencia que lo sucedido no fue un “estadillo social”, pues la sociedad no estalló de esa manera. El común de la gente no actúa con violencia generalizada y destruyendo todo a su paso, cuando tiene para comer, un trabajo, un país que funciona. No, eso no sucede. En sociedades donde el hambre cunde, donde no hay trabajo ni perspectivas de progreso, a veces ocurren revueltas. El Chile del 2019 no estaba en ese estado social. Cosa distinta es que haya habido malestar con muchos aspectos de la vida, pero de ahí a quemar lo que se tenía al frente, hay un abismo de distancia.

Lo ocurrido fue una insurrección para sustituir el gobierno. Quienes fueron vencidos en las urnas por la derecha en dos oportunidades, políticamente no aceptaron tal situación. Por eso, partidos que se suponía democráticos, avalaron con entusiasmo la violencia desatada, como la compleja situación en la que pusieron al gobierno. Por eso las peticiones de renuncia; por eso las acusaciones constitucionales contra el Presidente. La idea fue destituirlo a como diera lugar: por la razón o la fuerza. La insurrección se había puesto en marcha y nada ni nadie la detendría (excepto un microscópico virus del que no se tenía noticia hasta ese momento y que pudo frenar la insurrección).

El ex Presidente Piñera (q.e.p.d.), denominó a esa violencia contra el país y contra su gobierno, un “golpe de Estado atípico”. Ciertamente la idea era defenestrarlo de una manera no usual: hacer insostenible la gobernabilidad para de esa manera, obligarle a renunciar y llamar a nuevas elecciones. Esto, combinado con acusaciones constitucionales por una supuesta y falsa “incapacidad moral”, terminarían por sacarle del poder. Así las cosas, la primera etapa del golpe estaría terminada. Luego vendría un gobierno afín a los intereses golpistas, para terminar con una nueva Constitución que institucionalizara la revolución.

Algunos analistas señalan que el malestar vivido en ese tiempo, sigue vigente y que por lo mismo, podrían suceder hechos similares en el futuro. En realidad, si vemos el país del 2019 y el del 2024, lo que ha sucedido es que se agregaron nuevos malestares. La pobreza gracias a este gobierno, ha aumentado. La delincuencia campea sin dificultades. La corrupción galopa frente a nuestros ojos. La clase política no da el ancho para tan desolador panorama ¿Por qué ahora la violencia política no se utiliza? ¿Dónde están los promotores de esa violencia? Es evidente que en las calles no están.

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