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Columna

Peregrinos de la esperanza

opinion
21/10/2024 a las 14:14
Pablo Oyarzo
986

Fernando Chomalí Garib, Arzobispo de Santiago de Chile

H

ermanos y hermanas:

Desde hace una semana que estoy pensando día y noche en este encuentro, y quisiera hablarle al corazón, desde palabras que salen fruto de la oración delante de Dios. 

Lo primero que quisiera hacer, estimados jóvenes, es pedirles perdón. Perdónennos por el mundo que les hemos dejado. Perdónennos porque no hemos sido capaces de detener la guerra que mata y que no construye. 

Les pido perdón porque no hemos sido capaces de detener la corrupción que tanto nos duele. Corrupción por doquier de quienes tienen la obligación de cuidarnos y de velar por el bien común. 

Les pido perdón también por los abusos de todo tipo, incluso al interior de la iglesia. ¡Cómo nos duelen! Les pido perdón por las injusticias sociales que claman al cielo, son muchas las familias chilenas y del mundo que no llegan a fin de mes con su sueldo, para qué decir en otros lugares del mundo.

Les pido perdón también por la inseguridad en la cual vivimos. ¡Les fallamos, jóvenes! No les dejamos el mejor mundo. Este mundo no está en el plan de Dios, Él no quiere esto para nosotros. 

¿Qué nos pasó? Nos enceguecimos con un crecimiento económico que no fue al mismo tiempo un crecimiento moral ni espiritual. Nos enceguecimos con las cosas y nos olvidamos de las personas. Eso fue lo que pasó, les pido perdón.

Tenemos que volver una y otra vez a la palabra del Señor y a su promesa. Esa que no falla, que sigue presente y que se hace realidad hoy, “yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”. 

Si ponemos al centro a Jesucristo, si lo reconocemos como el creador, si lo reconocemos como el que dio la vida por cada uno de nosotros, si nos grabamos en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestra boca, nuestras manos que Cristo nos amó hasta el extremo y se entregó por cada uno de nosotros seremos capaces de vislumbrar un nuevo futuro para nosotros y para los demás.

Para eso tenemos que reconocer que solamente Jesucristo es capaz de darle sentido a nuestra vida. 

Jesucristo nos tiene preparada una vocación personal; nosotros no tenemos vocación a lo que nos resulte porque la tenemos inscrita en nuestro corazón, desde siempre desde toda la eternidad.  Nadie nos puede robar ese sueño de cumplirlo, nadie nos puede robar la ilusión de saber que podemos sacar lo mejor que tenemos, es decir, las destrezas, las habilidades, los carismas que Dios nos ha regalado para ponerlos al servicio de los demás.

También tenemos que reconocer la grandeza que hay en los demás, no podemos vivir en una sociedad donde el otro es nuestro enemigo, que nos va a quitar un puesto en la universidad o en el trabajo. Somos una comunidad de hermanos que construimos entre todos un nuevo mundo, un mundo según el querer de Dios. 

Solamente Dios nos dará auténtica libertad asociada a lo que es bueno, a lo que es verdadero y nosotros tenemos eso porque Jesucristo es camino, verdad y vida, es luz que nos encamina. Por eso que es tan importante reconocer la sabiduría que de Él procede, por eso que es tan importante conocer los mandamientos como una fuente de liberación, ellos no son fuente de esclavitud, son fuente de iluminación, fuente de vida auténtica.

El no a la mentira es un gran sí a la verdad, el no a matar es un gran sí a la vida. Ese es el camino que tenemos que recorrer. Pidiéndole al Señor que nos da la sabiduría que de Él procede. 

Tenemos que hacer un decidido camino de oración, no podemos permitirnos ser superficiales, no puede girar nuestra vida en torno la previa y del carrete, no tenemos tiempo para eso. Este es el tiempo de ustedes, este es el tiempo del Señor. Es la hora de preguntarnos ¿qué vamos a hacer por la Iglesia? Para que brille el rostro de Jesucristo en nuestro corazón.

Hablo de la oración, porque el Señor lo dice una y otra vez con claridad, “sin mí no podéis hacer nada”. Construir la propia vida desde los gustos terminará atentando en contra de nosotros, quien no reza no tiene nada que decirle al mundo y nosotros como Iglesia no podemos permitirnos ser superficiales, pues estamos llamados a mirar los fundamentos de la realidad para comprender el mundo y así transformarlo. 

Esa tarea se hace en la parroquia, en el movimiento, en el colegio. Les vuelvo a insistir no toleremos que nos anestesien con las cosas, porque las cosas son instrumentos que solamente tienen validez cuando están al servicio de la persona. 

Aquí en este lugar está el futuro Presidente de Chile, no lo vamos a ir a buscar a otra parte, ¡Está aquí! Está aquí el nuevo nobel de literatura, aquí está el economista que se preocupa cómo superar la pobreza, aquí están los futuros sacerdotes, religiosas y diáconos, también de aquí saldrán matrimonios, camino excelso de santidad, porque aquí hay personas que no temen, porque saben que Dios está con nosotros y estará hasta el fin de los tiempos.

Jóvenes no tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente hasta las periferias existenciales. Jóvenes los queremos fuertes con esperanza y con fortaleza porque conocen a Jesús, porque conocen a Dios, porque tienen un corazón libre.

Texto tomado de la homilía de la misa de cierre de la peregrinación a Santa Teresa de los Andes, sábado 12 de octubre de 2024.

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