Ayer fue un día bastante especial para el obispo diocesano de Magallanes, Óscar Blanco (61 años, oriundo de la comuna Saavedra, Región de La Araucania), ya que celebró sus 27 años al servicio al sacerdocio.
El inicio de esta carrera ocurrió el 13 de abril de 1997 cuando fue ordenado sacerdote por el cardenal Carlos Oviedo en la parroquia de San Lázaro de la Arquidiócesis de Santiago, donde fue vicario parroquial hasta el 2000. Luego, entre el 2001 y 2006, permaneció en la capital siendo párroco en la capilla Nuestra Señora de Guadalupe, ubicada en Quinta Normal.
Después debió trasladarse a Rancagua para continuar siendo párroco hasta el 2012, en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen. Luego, en 2013 volvió a la capital para desempeñar el cargo de maestro de movicios de su orden en Santiago.
Su retorno a la Región Metropolitana sería breve, puesto que en 2014 reasumió como párroco en Rancagua. Sin embargo, la vida lo sorprendería para asumir como obispo el 19 de marzo de 2016 de la Diócesis de San Juan Bautista de Calama.
Pero su arribo a Magallanes se dio tras la renuncia del obispo Bernardo Bastres. En julio de 2022 fue nombrado para reemplazarlo en la diócesis más austral del país.
En un nuevo aniversario al servicio de la comunidad, Blanco afirma que no se arrepiente de lo vivido: “La vida es de agria y dulce. Pero, en el fondo, muy contento de haber hecho esta opción y de poder servir a la gente donde he estado”. Agrega que “un sacerdote sin la eucaristía no es nada”, resaltando su importancia de la consagración.
De su experiencia anterior en el norte, reconoce que obtuvo mucha experiencia y la ha replicado en Magallanes.
Su juventud la recuerda como la de un joven normal con estudios de escolaridad terminados, pero que dejó inconcluso sus estudios ligados a la Educación Física, “que era lo que me gustaba, lo que me apasionaba. Pero bueno, me llegó el llamado y dejé todo”.
-¿Cómo ha sido esta experiencia acá en Magallanes?
“Llegué a integrarme a una Iglesia, de muchos tiempos ya caminando, misionando acá en la región y la verdad es que ha sido una experiencia positiva, muy buena. Me han acogido bien y creo que hemos ido haciendo un trabajo juntos, que no es otra cosa que anunciar a Jesucristo como nuestra única esperanza. Y la experiencia en la zona... me encantó la zona, siempre lo he dicho. Encuentro que hay mucha belleza, hay gente trabajadora, esforzada, muy acogedora también. Y hemos ido haciendo migas juntos”.