El recorte presupuestario anunciado para 2026 ha dejado a la Región de Magallanes con una reducción del 1,9% en sus recursos, lo que equivale a más de 7.300 millones de pesos menos que el año anterior. En una zona extrema, donde cada peso invertido representa una oportunidad de desarrollo, esta decisión no solo es injusta: es una contradicción dolorosa.
Más aún cuando el actual Presidente de la República es magallánico. Que un hijo de esta tierra ocupe el cargo más alto del país debería ser motivo de esperanza para la región. Sin embargo, el recorte presupuestario parece ignorar esa conexión, y refuerza la sensación de abandono que por décadas ha marcado la relación entre Magallanes y el poder central.
Las autoridades locales han manifestado su descontento con razón. El gobernador Jorge Flies lo dijo sin rodeos: “No estamos contentos”. Y cómo estarlo, si este recorte amenaza con paralizar obras públicas en Tierra del Fuego, suspender proyectos de pavimentación, iluminación y mejoras en infraestructura social, y poner en riesgo empleos que dependen directamente de la inversión regional.
Más allá de los números, lo que se recorta es la confianza. La ciudadanía observa cómo año tras año se promete descentralización, pero se ejecuta lo contrario. Magallanes no solo enfrenta desafíos climáticos y geográficos únicos, sino también una constante lucha por ser vista y escuchada desde el centro político del país.
Este ajuste presupuestario no es solo una cifra en una hoja de cálculo. Es una señal preocupante de que las regiones extremas siguen siendo tratadas como márgenes, cuando deberían ser protagonistas de una estrategia nacional que valore su aporte estratégico, cultural y humano.
Es hora de que los parlamentarios que representan a Magallanes levanten la voz con fuerza. No basta con lamentar el recorte: hay que revertirlo. Porque cada proyecto suspendido es una oportunidad perdida, y cada peso negado es una promesa incumplida. Y porque si ni siquiera con un presidente magallánico se logra proteger el presupuesto regional, ¿cuándo entonces?