El pasado 11 de septiembre se cumplieron 52 años del Golpe Militar y el inicio de una dictatura que se caracterizó por una fuerte represión y vulneración sistemática de los derechos humanos. Según cifras oficiales, la dictadura dejó 40.175 víctimas, entre ellas personas detenidas, torturadas, ejecutadas y desaparecidas. Entre 1973 y 1990, 3.216 personas fueron asesinadas o sufrieron desaparición forzada, existiendo aún 1469 compatriotas detenidos desaparecidos. Junto a ello se interrumpió la democracia, se suspendieron las garantías constitucionales, se disolvió el Congreso y se intervino la justicia. Durante 17 años se desarrolló una sociedad en base al miedo, injusticia, vulneración y segregación. No repetir esta etapa oscura de nuestra historia debe ser un compromiso de quienes creemos en la democracia, pero por sobre todo de quienes tiene responsabilidades de representación, conducción, formación o educación. La memoria histórica activa es fundamental para la sociedad que construimos.
Mantener viva la memoria sobre el golpe de Estado y las violaciones a los derechos humanos es un deber histórico y ético. Es importante recordar, pero también educar para que las nuevas generaciones puedan aprender y valorar la democracia, tomar conciencia de la importancia de resolver pacíficamente los disensos y respetar los derechos e integridad de las personas. Las nuevas generaciones deben tomar conciencia y racionalizar la importancia de los derechos humanos y que ellos no dependen de las ideologías políticas que se tenga. Nada justifica la persecución y prisión política, la tortura, ejecución y desaparición de personas, la relegación y el exilio. La memoria activa nos ayuda a fortalecen la cultura cívica, la democracia y le Estado de Derecho, junto a valores como tolerancia, empatía, solidaridad y conciencia.
Es importante la responsabilidad de traspasar la memoria histórica a las nuevas generaciones, no sólo para evitar que aparezca el olvido o relativización de lo ocurrido, sino para comprender que la dignidad humana es un valor intransable y que la democracia debe cuidarse siempre. Nos corresponde conectar las luchas del pasado con las demandas sociales actuales, para así entender que la defensa de los derechos humanos siempre es acción vigente. Cada generación tendrá sus propias reivindicaciones, pero el compromiso con los valores éticos y democráticos debe ser siempre una conducta intransable. Los dirigentes sociales y políticos, los formadores, los educadores y cada uno de nosotros tenemos un rol fundamental en los puentes intergeneracionales de la memoria. Es importante que los jóvenes desarrollen conciencia crítica y ética, conectando los hechos históricos con los desafíos actuales, rechazando la discriminación, la intolerancia, la violencia y el autoritarismo. Debemos ayudar a recordar públicamente los crímenes y atropellos de la dictadura, para evitar que se olviden o relativicen, pero sobre todo para priorizar la verdad, justicia y reparación como políticas permanentes y normalizar en la sociedad el compromiso con la democracia, los derechos humanos y el rechazo a la violencia política, venga de donde venga.
Es alarmante que por acción u omisión el negacionismo avance silenciosamente año tras año. Reconocer parcialmente los hechos, pero justificarlos; Minimizar la magnitud de los crímenes como excesos aislados; Cuestionar informes oficiales como el Informe Rettig o el Informe Valech; Distorsionar la historia argumentado modernización o progreso; Olvidar intencionalmente o mantener silencios cómplices en torno a lo sucedido; o en el cotidiano programar celebraciones de otro tipo el 11 de septiembre con total falta de empatía. Todos son signos claros de negacionismo que se observan cada vez con más frecuencia. Todos debilitan la memoria, todos atentan contra la democracia y la sana convivencia, todos abren espacio a la reiteración de las atrocidades.
Finalmente me sumo a las palabras del profesor Baldovino Gómez el pasado 11 de septiembre en el sitio de memoria Estadio Fiscal de Punta Arenas: “la escuela no es neutral, la escuela debe educar para la democracia. La universidad no es neutral debe educar para la democracia… En la universidad vale la pregunta ética: ¿Se puede formar a un profesional que va a diseñar y construir una infraestructura para hacer daño a sus semejantes? ¿Se puede formar a un profesional que no va a cuidar la salud de sus compatriotas?”