Diario El Pingüino conoció la historia de tres de ellos, que luchan día a día por salir adelante un oficio que permanece vigente a pesar de los años. Sin los suplementeros sería muy difícil que subsistiera un diario. Ellos son los encargados de ofrecer en la calle toda la información que se trabaja durante muchas horas. Se levantan de madrugada, no conocen feriados, ni días administrativos. Son hombres y mujeres esforzados que trabajan hombro a hombro en las calles de Punta Arenas, soportando el frío y el viento característico de la Patagonia.
Cuando el olor a tinta fresca aún se siente y la ciudad duerme, ellos ya están en pie y dispuestos a comenzar una nueva jornada de trabajo. El suplementero ha jugado un rol trascendental en la historia cívica de Chile al garantizar la libre circulación de las ideas escritas. La historia de los voceadores de diarios comienza con los conflictos político-sociales de 1879, que impuso un sistema de informaciones periodísticas que dio origen al chilenismo “suplemento” (hoja volante editada con necesidad de anticipar una novedad).
El reparto del suplemento se confió a muchos hombres ágiles y dinámicos, los cuales gritaban los titulares para entusiasmar al lector a adquirir la publicación. Este antiguo oficio ha resistido el paso de los años y en la ciudad más austral del mundo permanece más vigente que nunca.
Guisella Huenchumán (a la izquierda, en la foto) es madre de un niño de seis años. Se levanta de lunes a sábado a las 5.20 horas de la madrugada y a las seis la pasa a buscar un auto para llevarla hasta su punto de venta, en avenida Eduardo Frei con Ignacio Carrera Pinto. Todos los días vende alrededor de 150 diarios y a pesar de lo sacrificado le encanta su trabajo. “Soy una de las más antiguas suplementeras del Pingüino, trabajo a una cuadra de mi suegro y siempre vendo todos los diarios con los que salgo porque ya tengo mi clientela. Me gusta lo que hago porque no tengo jefe encima y conozco gente. Mi esposo me ayuda harto con mi hijo porque lo va a dejar todos los días al colegio. Lo más complicado de mi trabajo es tener que lidiar con el frío y el viento, pero bien abrigada no tengo problemas”, dice orgullosa.
Por su parte, Karen Ahern (arriba, en la imagen) es madre de tres niños. Se levanta muy temprano para llegar a su punto de venta ubicado en avenida Independencia con Eduardo Frei. Comenta que con el paso del tiempo ha aprendido a conocer a la gente y que partió vendiendo 150 diarios, pero que ahora su pauta es de 250. “Siempre me arriesgo a subir mi pauta. Al principio no, yo partía con 100 diarios a las 6.00 de la mañana y terminaba de trabajar a las 10, pero como me empezó a ir bien fui colocándome metas para lograr el bono de fin de mes, pero me ha pasado que con noticias puntuales he llegado a vender 360 diarios. Lo más complicado de mi trabajo es tener que soportar el frío, el viento y la lluvia, porque no tengo resguardo. Me manejo dejando los diarios en la estación de servicio cercana donde me dan la facilidad de poder guardarlos, pero igual ha habido oportunidades en las que por el viento he perdido productos, pero son los riesgos que hay que correr. Este igual es un sacrificio que compartimos con mis hijos, porque si uno tuviera la oportunidad de quedarse en la casa, obviamente todo sería más relajado, pero no se puede”, puntualiza Ahern.
A su vez, Luis Maichil (a la derecha, en la foto) se levanta todos los días a las 4.00 de la madrugada. A las 5.00 llega a las oficinas del diario a retirar sus ejemplares. “Después de eso me llevan a mi punto en la Gran 7. A las 8.15 más o menos comienzo a recorrer la población. Yo salgo con 50 diarios y voy pidiendo más de acuerdo a como se vayan dando las cosas. Lo que más he llegado a vender en una mañana son 380 diarios. A mí lo que más me complica es el viento y la escarcha. A mí me gusta todo de mi pega”, manifestó.