
Un interrogante planteado desde esa década y para el cual en la actualidad no se ha encontrado respuesta contundente es el de ¿Cómo lograr que esa conciencia se convierta en acción?. Una respuesta viable fueron las políticas, convenciones, protocolos, tratados, entre otros acuerdos ambientales creados desde las altas esferas gubernamentales para dar solución a las problemáticas. Estos acuerdos no han tenido el éxito esperado debido a la falta de apoyo y compromiso en la ejecución por parte de los gobiernos y corporaciones.
Durante el primer aniversario del día de la tierra William Ruckelshaus en su discurso llamado “De la conciencia a la acción” vislumbró la posible respuesta a la pregunta en cuestión, proponiendo que “la responsabilidad de cada uno de nosotros tiene que ir más allá de la sensibilización a la acción para que la humanidad vuelva a un equilibrio con la naturaleza”.
Esto nos reafirma el compromiso que debemos adquirir personalmente con las acciones ambientales que se generan a nivel local con el fin de propender por su desarrollo continuo y así poder escalar, logrando un impacto a nivel regional e incluso global.
A partir de nuestras acciones individuales como reciclar, ahorrar energía, disminuir el consumo de papel, ser compradores responsables, participar activamente en campañas ambientales, entre otras, podremos convertir nuestros sentimientos verdes o la moda verde en algo tangible, duplicable y permanente en el tiempo.
Es la conexión con las demás personas y las iniciativas ambientales comunes las que nos permitirán continuar comprometidos con el desarrollo y fortalecimiento de las acciones encaminadas a proteger la canica azul en la cual vivimos.