Los estudios realizados en la región indican que si se aumenta la explotación de recursos, considerando los efectos ambientales del cambio climático, el escenario probable no será muy promisorio para la Patagonia. En 1988, el cambio climático comenzó a ser objeto de investigación científica. ¿Es tal su efecto? ¿Se trata tan sólo del curso natural de la biología del planeta? Desde entonces, 2.500 científicos de todo el mundo han demostrado, al menos, que existe un acelerado cambio en el comportamiento del clima, que está provocando perjuicios notables en la tierra y sus habitantes.
De acuerdo al informe oficial del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC en inglés) de Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial, hoy en día existe un 90% de probabilidad de que el cambio climático se esté produciendo por la emisión humana de gases invernadero y no por un proceso natural. Más aún, su último informe de “Efectos, adaptación y vulnerabilidad” entregado en Bruselas, se atreve a vislumbrar las consecuencias: hambrunas, sequías, inundaciones, enfermedades, migraciones y extinción de especies.
Algunos especialistas han considerado a Magallanes y Antártica Chilena un termómetro, un punto clave de sondeo e investigación en torno al tema. Efectivamente, existe en la región una población considerable de científicos dedicados exclusivamente a la observación del calentamiento global, en sus diversas facetas y consecuencias.
En Chile
Tan sólo a nivel nacional, tenemos equipos de expertos como el Centro de Estudios Científicos, el Instituto Antártico Chileno (Inach) y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).
De este último equipo de especialistas, Sergio González, experto en medio ambiente y además representante de Chile ante el IPCC, sentenció hace un par de semanas entrevistado por Estrategia que “deberían ser los propios productores los que, a través de un proceso de ‘adaptación espontánea’, podrían contrarrestar los efectos iniciales del cambio (climático), a través de modificaciones dentro de su ámbito de acción, como cambios varietales, de cultivos o en la gestión de los sistemas productivos”.
Con la anterior frase, González respondía al perjuicio que sufriría la agricultura, debido al calentamiento global. “Afectará la disponibilidad de aguas dulces, tanto por una menor caída pluviométrica como por una menor acumulación de nieve en zonas cordilleranas. Habrá problemas para mantener la actual superficie bajo riego”, vaticinó cual pitoniso.
En Magallanes
Si bien el clima extremo es parte del cotidiano magallánico, debemos comenzar a aceptar que ha habido variaciones extremas de temperatura. Lo confirman estudios como los de otro investigador INIA (sección Kampenaike), el ingeniero agrónomo Ángel Suárez, dedicado a observar el retroceso de aguas superficiales en la región (ríos, lagos, humedales).
Suárez afirma que, luego de un estudio comparativo de fotografías aéreas e imágenes satelitales, “se pudo observar una reducción en las cuatro lagunas estudiadas”, no obstante, aduce que “la información correspondiente a los distintos distritos agroclimáticos no es suficiente”, por lo que todavía “no es posible atribuir este retroceso al cambio climático”.
Industria agro-ganadera
Por su parte, el máster en Ciencias e investigador botánico, Erwin Domínguez, nos expone, replicando el informe de IPCC, que “existe un convencimiento respecto de las evidencias climáticas, en orden a la existencia de un proceso de cambio climático generado por causas antropogénicas”.
Domínguez es optimista respecto al fenómeno y afirma que “esto sería más que un perjuicio un beneficio para esta región”, ya que “un calentamiento global podría alargar la estación de desarrollo, aumentando las tasas de crecimientos en árboles, musgos y gramíneas”.
Pero el efecto no es en definitiva promisorio, ya que, en palabras del botánico, “otro elemento actúa en el cambio climático, que es la pérdida de biodiversidad por las especies invasoras que compiten con las especies endémicas, modificando el hábitat y disminuyendo la oferta de alimentos para las especies herbívoras”, lo que traería como consecuencia un “daño al medio ambiente y a una actividad importante en Magallanes como es la ganadería”, subraya.
Industria pesquera
El Inach mantiene una red de investigadores con dedicación exclusiva en la materia. Uno es el doctor Marcelo González del Laboratorio de Biorrecursos Antárticos.
González explica las consecuencias del calentamiento global en los mares: “A nivel global se está evidenciando un aumento de las temperaturas del océano, como también un aumento de la acidificación de éste” ¿Qué implicancias puede tener esto? “Si vemos los dos factores (temperatura-pH), éstos pueden afectar principalmente a los organismos con exoesqueleto”, como erizos y centollas.
Las especies son parte de la extracción que se realiza en los fiordos, estrechos y mares que nos rodean. El ecosistema marino de la Patagonia nos ofrece servicios a nosotros como sociedad, por ejemplo, las pesquerías. Por lo tanto, en opinión del investigador del Inach, si nosotros aumentamos la presión de explotación de estos recursos y si consideramos los efectos ambientales del cambio climático, el escenario probable “lamentablemente no se ve muy positivo para estas actividades económicas”.