La iniciativa busca que productos frutícolas — y todo tipo de cultivo que sea susceptible de daño por frío— toleren mejor las bajas temperaturas. Uno de los problemas más graves que afecta a la agricultura es la ocurrencia de bajas temperaturas en momentos críticos del desarrollo de los cultivos, ya que pueden causar importantes pérdidas de la producción. Para enfrentarlo, un proyecto busca desarrollar un antioxidante de origen proteico de aplicación foliar, con el fin de prolongar la vida pos cosecha de productos frutícolas, permitiendo con ello mejorar su condición al arribar a mercados extranjeros.
La iniciativa —cofinanciada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), del Ministerio de Agricultura— es ejecutada por Protein Corp Limitada y tiene por objetivo controlar el daño oxidativo asociado al stress generado por frío, calor, exceso de agua y plaguicidas; siendo aplicable a todo tipo de plantas vía foliar, por ejemplo en duraznos, paltas, chirimoyas, etc.
Considerando la creciente inestabilidad en el comportamiento de las variables climáticas y el incremento en la frecuencia de eventos extremos de bajas y altas temperaturas, “la posibilidad de contar con un insumo de alta capacidad antioxidante que atenúe los efectos detrimentales en la productividad y calidad de los productos, constituirá un factor de competitividad para la fruticultura nacional en un escenario de crecientes efectos causados por el cambio climático”, señala el ejecutivo de innovación de FIA y supervisor del proyecto, René Martorell.
Sólo en el 2011, las exportaciones de fruta fresca nacionales sumaron US$ 4.018 millones, con un incremento de 11,6% respecto del año anterior.
La coordinadora de la iniciativa, Gloria Valderrama indicó que “si este producto se aplica en forma preventiva (cuando se esperan bajas temperaturas), aumentaría la capacidad antioxidante de la planta y tolerará mejor las bajas temperaturas. En forma correctiva, este producto minimiza el daño producido por estas variables”.
El proyecto apunta, además, a estandarizar el producto, lo que implica una completa caracterización química, funcional, proteica y la determinación de su capacidad antioxidante, asociada a un patrón de referencia (glutatión, tocoferol u otro) con la que se comercializará el producto y mediante el cual se identificará el principio activo que avale su efectividad y su consistencia en el tiempo.
En términos agronómicos, se validará la funcionalidad del antioxidante proteico a través de ensayos agronómicos en invernadero, bajo distintas condiciones de uso, de manera de contar con los antecedentes que demuestren el aumento del potencial antioxidante al interior de la planta. “Los ensayos se realizarán en plantines de tomate y melón para determinar el efecto antioxidante desde la etapa de plantín en adelante”, agrega Gloria Valderrama.
Posteriormente, se efectuarán pruebas bajo condiciones controladas y de campo, para determinar el impacto del uso del producto en reparación y resistencia de cultivos sometidos a situaciones de frío; en retardar el envejecimiento y la disminución de desórdenes, como pardeamiento, de frutos pos cosecha para obtener su relación costo beneficio.
Avances y comercialización
Actualmente se ha avanzado en la determinación de capacidad antioxidante por varios métodos en la materia prima y en el procesamiento, orientados a maximizar la presencia de péptidos antioxidantes, determinando aminoácidos totales, libres, perfil de pesos moleculares y capacidad antioxidante, por diferentes métodos para confirmar la capacidad secuestrante de radicales libres.
En cuanto al modelo de negocios, se introducirá el nuevo producto con un distribuidor especializado y se buscará mantener un contacto permanente para traspasar los principales resultados, entre ellos la estandarización del antioxidante.
Terminada la etapa de escalamiento se tendrán claros los costos de producción y se establecerá un rango de precios preliminares.