
Conocimos un mundo sitiado por el cerco machista de una sociedad (cada vez más reducida) que piensa que la belleza y la salud son “cosas de mujeres”. A este lugar entramos viejos y salimos nuevos. Pasamos de feos a lindos, luego de varias horas experimentando cremas, masajes y máquinas láser. Pero antes recibimos el bullying desenfrenado de colegas y amigos, último bastión masculino que se resiste al cambio. Disfrutamos tanto la jornada que lo más probable es que hayamos adquirido una adicción saludable.