
Muchos científicos creen que la misma Tierra surgió de una serie de impactos gigantes. Estos golpetazos provocaron que nuestro planeta se pareciera mucho a una peonza, girando mucho más rápido de lo que lo hace ahora, tanto que un día duraba solo de dos a tres horas, muy cerca de su límite de estabilidad. El último impacto gigante, creen, fue el que dio origen a la Luna. Según el modelo firmado por investigadores de la Universidad de Harvard y el Instituto SETI, cuando el planeta Theia y esa primera alocada Tierra impactaron, la alta velocidad del giro de esta última provocó la expulsión de una gran cantidad de material terrestre que acabó en órbita. El material eyectado -no el de Theia- resultó suficiente para formar la Luna con una composición química similar a la de nuestro mundo. Después del impacto, el giro rápido de la Tierra fue frenado por la interacción gravitatoria entre el Sol y la Luna.
Según sus autores, el nuevo modelo es más acertado, ya que, con el descubrimiento de un mecanismo para reducir el giro de la Tierra después del impacto, explica sin problemas por qué la Luna tiene una composición química similar.
El segundo modelo publicado en Science, propuesto por científicos del Instituto de Investigación del Sudoeste (SwRI) de EE.UU., es bastante similar. También acepta un gran impacto entre la Tierra y otro protoplaneta, pero en este caso ambos cuerpos son mayores y tienen una masa de 4 a 5 veces la de Marte. De igual forma, creen que nuestro mundo giraba más rápido, aunque solo de 2 a 2,5 veces más, y la Luna se habría formado con escombros expulsados y organizados en un disco que orbita la Tierra.
La teoría de una Luna primitiva que giraba rápidamente no es nueva. Científicos del siglo XIX ya especulaban sobre esa posibilidad. George H. Darwin, hijo de Charles Darwin, ya sugirió en 1879 que la Luna se formó por una fisión de la Tierra. Después de tanto tiempo, estas nuevas investigaciones quizás vengan a darle la razón.