
A vuelo de pájaro, evidentemente un primer diagnóstico apunta a la clase política. El que hayan acudido al llamado a votar, dentro de este nuevo sistema libre, poco más de 32 mil electores de un padrón de 115 mil demuestra claramente que los jóvenes no estuvieron ni ahí, que la tercera edad ya no está para estos trotes, que los flojos prefirieron darse un día de asueto, que algunos optaron por celebrar de manera anticipada (con el cambio de horario de lo que fue la “ley seca”) y que los menos no llegaron a la cita por “problemas de última hora”.
Pretextos jamás iban a faltar. Otro porcentaje seguro no acudió porque le cambiaron su local de votación y no era grato recorrer media ciudad en medio del viento, sin plata para la locomoción (que fue escasa) y con el temor de que lo dejaran como vocal o se encontraran con una fila de aquellas.
¿Perdedores?: los partidos políticos que están convencidos que el devenir de la ciudadanía gira en torno a ellos.
¿Perdedores?: el Gobierno y una Alianza que vio como el candidato de oposición se impuso por lejos en los comicios de alcalde por la soberbia de no llevar un solo candidato.
¿Perdedores?: la Democracia Cristiana, que tras perder las primarias está a punto de quedar, más encima, con un concejal menos tras la salida de José Saldivia y las bajas votaciones de dos buenos candidatos como Miguel Vidal y Nicolás Gálvez.
¿Perdedores?: la ciudadanía que hizo oídos sordos a eso de “una papeleta de voto vale más que una bala de fusil”.