Este importante proyecto se está llevando a cabo por educadoras descendientes de cada grupo étnico, en los jardines infantiles “Centollita” de Puerto Edén y “Ukika” de Puerto Williams. Una importante iniciativa están llevando a cabo jardines infantiles en la Región de Magallanes, la que tiene como propósito impedir que desaparezcan ancestrales lenguas como la yagana y kawéskar, que fruto de la mezcla intercultural, y la desaparición de personas, quienes tenían este idioma como materno, han llevado a estos importantes patrimonios intangibles de la humanidad, a confinarse prácticamente a textos de estudios.
La tarea la tienen ahora los pequeños del Jardín Étnico Familiar “Centollita” de Puerto Edén y del Jardín Infantil “Ukika” de Puerto Williams, donde las educadoras María Isabel Tonko, y Viviana Zárraga, respectivamente, imparten la lengua de pueblos originarios a los jóvenes párvulos.
Los programas, que se desarrollan en el marco de un convenio de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji) con la Comisión Nacional de Desarrollo Indígena, también considera entre sus puntos la instrucción de la cultura indígena, así como costumbres, mitos y leyendas.
Jardín Centollita
Puerto Edén, o etarktétqal en kawéskar, es una pequeña localidad situada al sur del Golfo de Penas. Habitada por menos de 200 habitantes, hoy sufre de fenómenos como la marea roja, que ha impactado significativamente al poblado, en el cual, como hace 6 mil años indígenas canoeros llevan a cabo el oficio de la pesca como su principal sustento.
Es en esta localidad donde está situado el Jardín Étnico Familiar “Centollita”, a cargo de la educadora Katherine Rogel, el que cuenta con seis alumnos, quienes reciben las clases impartidas por María Isabel Tonko, una de las últimas mujeres kawéskar puras que van quedando en la zona.
María Isabel, quien se asesora con su mamá y tíos para dar clases, nos explica de este proyecto: “En estos momentos en el jardín tenemos seis niños durante el año y es de nivel heterogéneo, son de 4 a 5 años. Soy miembro de la comunidad kawéskar y tengo responsabilidad en ese sentido de enseñarles palabras a los niños”.
Las clases además de lengua, detalla, son de exploración del entorno en el que están insertos, con el fin de que puedan experimentar en toda su extensión la vida de este pueblo ancestral. “Hacemos mucho trabajo en terreno porque la cultura kawéskar es así”, cuenta, señalando que el trabajo que se realiza se va documentando clase a clase. “Ellos se van a la casa hablando palabras que antes acostumbraban a decir en castellano, y las llegan hablando a la casa en kawéskar, así que también eso les ha servido a los papás para que vayan aprendiendo también”, expresa.
La educadora manifiesta su satisfacción porque las personas de Puerto Edén conozcan más de su pueblo, aún si no son descendientes, y declara su deseo de que los pequeños aprendan de su cultura mediante la raza viva, antes que sea confinada sólo a los libros: “Aquí hay poquitos niños kawéskar, pero igual es nuestro deseo que aprendan y se interesen a hablar aprovechando que acá tenemos a los hablantes puros. Porque más adelante, si ellos no están, vamos a tener que seguir aprendiéndolo de los libros”.
Jardín Ukika
En el extremo sur de Chile, al sur del canal Beagle, se ubica la localidad de Puerto Williams, ciudad emplazada donde hace seis mil años datan los orígenes del pueblo yagán, etnia nómada canoera que recorría los canales fueguinos.
Aquí está emplazado el jardín infantil y sala cuna étnico “Ukika”, centro en el cual imparte clases, hace ya cuatro meses, Viviana Zárraga, nieta de la última descendiente pura de la etnia yagán, Cristina Calderón, quien es la única integrante de su cultura que mantiene la lengua originaria, y que alcanzó a vivir las costumbres de este milenario pueblo.
Viviana, al igual que María Isabel, tiene entre sus tareas el revitalizar la lengua yagán, y difundir su historia, costumbres y tradiciones a 46 niños, de los 64 que concentra el jardín. Para esto, también cuenta con el apoyo de la “Abuela Cristina”, quien según detalla la nieta, está muy satisfecha de poder ser parte de esta iniciativa: “Mi abuela está contenta, fascinada con el tema. Ella es la última hablante pura y que sigamos con esto adelante, a ella la pone feliz”.
Viviana nos cuenta parte de su trabajo y cómo lo desarrolla: “La idea es tratar de rescatar la lengua yagán con los niños, ya sea en trabajos manuales, en juegos, en cuentos, en láminas. El fin es que ellos vayan aprendiendo la lengua, a través del juego”, explica y mediante cosas innovadoras, para que el aprendizaje sea más entretenido.
Respecto al aprendizaje que ya demuestran los niños, señala: “Ellos ya entienden mucho. Yo saludo en yagán y ellos ya saludan en yagán. Me despido en yagán, les puedo preguntar en yagán cómo se llaman y ellos ya entienden lo que les estoy preguntando”, declara orgullosa.
La pronunciación, explica, es distinta a como se escribe, así que a pesar del material existente, necesita el apoyo permanente de Cristina.
Según la educadora, es necesario que este tipo de iniciativas permanezcan en el tiempo: “Tienen que seguir desarrollándose, es algo bonito, y que a los niños les gusta mucho”, manifiesta.
Viviana también resalta la oportunidad que tienen los jóvenes estudiantes de ejercitar con su entorno, el cual mantiene mucho del idioma en el nombre de calles y locales, pero también lamenta que, una vez que los párvulos inician su período escolar, estas clases se acaben y se limite la posibilidad de que los pequeños puedan seguir practicando.