Dusan Martinovic y la historia anónima de la colonización penal

General
14/01/2013 a las 14:09
Presos del norte del país llegaban a este extremo del país para conmutar penas de muerte, para la colonización de tierras australes en condiciones extremas. “Antes que los croatas o suizos, la colonia de Magallanes se pobló con delincuentes, presos políticos y criminales. El primero llegó en 1845, pero no fue el único. Al transcurrir los años, las embarcaciones nacionales que transportaban víveres o suministros para la zona, traían sus bodegas atestadas de estos malos elementos que ninguna ciudad desearía tener. El Gobierno incluso contrata a empresas extranjeras para que trasladen esta tan particular carga”, (Pp. 61, Punta Arenas, Ciudad Cárcel).
Así parte uno de los capítulos del libro “Punta Arenas, ciudad cárcel”, obra del novel escritor Dusan Martinovic, profesor de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad de Magallanes. La iniciativa independiente, que comenzó tras efectuar talleres a reos de la cárcel de Punta Arenas, llevó al historiador, quien también imparte clases en el Liceo Sara Braun, a investigar por cinco años la historia de los orígenes de nuestra colonización.
Así fue como se encontró con la historia anónima de cientos de presos, de todas las “calañas”, quienes fueron destinados a la zona para conmutar años de presidio: vivir nueve años en Punta Arenas era igual que una pena de muerte. Delitos como la bigamia también eran sancionados con 11 años de relegación a Punta Arenas.
Había presos de tres tipos. Políticos: los que en gobiernos conservadores pensaban diferente, los mandaban a Punta Arenas. Los militares: desde los que robaban hasta los que se quedaban dormidos en su guardia. Y los civiles, que eran desde robo, hurto, y hasta por embriaguez en la vía pública.
“Habla sobre un período de la historia de Magallanes de la que no se había escrito nada. Que es cuando Punta Arenas fue una gran ciudad cárcel, donde el 90% de quienes vivían acá estaban presos”, explica el profesor, añadiendo que en un momento de los 700 habitantes que había en la zona, 600 eran reos condenados. Esta colonización, desde prácticamente la fundación de la ciudad en Fuerte Bulnes, duró casi tres décadas, en las cuales los condenados desforestaron bosques, construyeron las primeras calles y levantaron casas: “Los presos hicieron una ciudad en contra de su voluntad”.
“Nadie más quería venir, y había que tomar posesión de la ciudad con lo que haya. La gente de Chiloé no quiso venir más, aunque le entregaron beneficios, dinero. En realidad nadie quería venir por las condiciones extremas. Así que al final hicieron una doble función. Trajeron a los presos que tenían de la sobrepoblación carcelaria de Santiago, y ahí se mató dos pájaros de un tiro: teníamos que tener una ciudad poblada y también ayudamos a descongestionar Santiago”.
Martinovic manifiesta una de las cosas que lo sorprendió de la investigación: “A veces por riñas callejeras solamente, eran condenados con 5 años acá. Los castigos de índole moral, eran más sancionados que los crímenes de robo: de robo eran tres años de relegación en Punta Arenas, la bigamia eran once”.
Algunos presos, los que aceptaban, eran transportados con familias completas. Estos alojaban en galpones al frente de la plaza: “Había un galpón para solteros, y uno para casados con pequeñas subdivisiones, y ahí cumplían sus penas”. Los cautivos podían deambular libremente, porque ¿a dónde podrían escapar? La ciudad poblada más próxima era Carmen de Patagonia por Argentina, que queda como a la altura de Chillán. De todas maneras no faltaron los audaces: unos perecieron en el intento, de hambre o presos de los pumas, otros eran capturados y devueltos, y los menos, se unían a los aborígenes tehuelches. “El gobernador de la colonia hacía nexos con los tehuelches, y ellos los recapturaban. Pero también hubo casos en que adoptaron a presos que trataron de escapar”, relata el historiador.
Sobre qué pasó con estos particulares colonos, Martinovic lamenta la poca información existente sobre quiénes se quedaron: “Hay algunos autores que hablan de que gente soltera se quedó (…) Pero hay que considerar que incluso el día de hoy, haber estado preso, o ser el hijo de alguien preso, te causa un prejuicio. Imagino que hace 150 años atrás, no querían tampoco quedarse acá, porque nunca iban a salir del estigma de ser ‘los presos’”.
Acerca de dónde sucedió la historia de nuestra fundación, ya no quedan casi vestigios, expresa el autor. Mientras en Argentina hubo una colonia penal por tres años, posterior a la chilena, que ahora se visita por casi 9 mil turistas mensuales. En Punta Arenas en cambio, ya no quedan huellas del trabajo efectuado por los reos colonizadores: en Argentina le sacan provecho, en Punta Arenas se olvida: “Lo peor de Chile estaba poblando acá. Quizás por eso nadie escribe ni escucha de este período”.

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