Las historias de amor que cruzan la búsqueda de Luna

General
16/03/2013 a las 10:45
“Yo soy Jacqueline Flández, la mamá de Michelle, Rocío Bárbara y Luna…. Sí, tengo cuatro hijas y hay una que se perdió, mi hija menor, Luna”, así parte esta historia, la de una perrita beagle extraviada que tiene llena de angustia a una familia en Santiago y a otra en Punta Arenas. La mirada de Luna es profunda, sus ojos están rodeados de una especie de antifaz imperceptible, pintado de un café más claro que el de sus orejas, mientras en el lomo salpica un intenso negro que contrasta con el pecho casi totalmente blanco. Características que confirman el pedegree. Tiene diez años y una ternura que seduce con la complicidad de su cola que se agita cada vez que quiere una galleta o recibe a Jacqueline, “su mamá”, al regreso del trabajo.
Aunque, de seguro quienes la vean, sólo contemplarán una perrita beagle juguetona, con cicatrices en el lomo, guatita y codo, producto de unos quistes extirpados recientemente.
Posiblemente, Luna, transita perdida entre miles de canes abandonados por las calles de Punta Arenas. Hay más de 12 mil. Ninguno vive en una casa, aunque la mayoría la tuvo. Fueron mimados, acariciados en la cabeza y luego echados, por cambio de casa, traslados, problemas económicos, el nacimiento de algún bebé o porque las pequeñas mascotas simplemente crecieron.
No es el caso de Luna, la familia la busca desesperada. Cada día que pasa es una angustia que suma más tristeza.
Desapareció el 20 de febrero en la intersección de las calles José Miguel Carrera con Armando Sanhueza. Colegios, almacenes, vitrinas, vehículos, radios, buses, taxis, medios de comunicación, casas, páginas de Facebook… en todos lados hay una foto de Luna y la tristeza colgando de una familia que la espera.
Casi todas las vacaciones de verano Jacqueline y sus hijas viajan a Punta Arenas, donde sus padres. A Luna le gusta mucho, porque le permite escapar del calor. Incluso la perrita se queda, por lo general más tiempo que el resto de la familia. Este año fue distinto.
“Luna, tenía que volver en marzo, tenía que estar en el matrimonio de su mamá, pero salió de casa de sus abuelos y sin darse cuenta se perdió… cuando supimos, inmediatamente mi novio Guillermo viajó a buscarla, porque sabe lo importante que es para mí”, escribe desde Santiago la químico farmacéutica Jacqueline Flández.
En Punta Arenas, todos al menos una vez han visto un cartel con la foto de Luna, suplicando datos del paradero. El responsable de la campaña, Guillermo Mellicovsky, desde el primer minuto que pisó la ciudad no ha parado… No hay puerta que no haya golpeado.
“Conozco a casi todos los beagles de la ciudad. He recibido más de veinte llamadas y siempre renace la esperanza, pero cuando llego resulta que no es... Estamos destrozados como familia”, dice Guillermo, argentino que en los últimos años transita entre Chile y Holanda.
“Mis hijas querían un perrito cuando eran chicas, pero vivíamos en departamento. Me parecía que no era el lugar para un perrito y siempre les dije que cuando viviéramos en casa tendríamos uno. Cuando me separé del padre de mis hijas me vine a vivir a una casa y cumplí la promesa”, recuerda Jacqueline.
Como si fuera ayer revive el primer encuentro con Luna en un canil: “Cuando llegamos fue la primera que vi y me gustó enseguida, por la fineza de su nariz, era la más chiquita de la camada. Me enamoré de ella y mis hijas también, en el camino de vuelta a casa pensamos en un nombre y ya anochecía, había luna llena…y por eso le pusimos “Luna”. Michelle tenía nueve años, Rocío cinco y Bárbara cuatro”, precisa Jacqueline.
Todas crecieron juntas. Cada una tiene una parte de la historia, el trozo de un cariño que escriben por separado, intentando romper el infortunio.
“Nunca olvidaré el día en que la fuimos a buscar el año 2003, yo misma la elegí, porque era la más linda de todos los perritos. Dormía conmigo en mi cama, y se quedaba cuidándome todo el día cuando yo me enfermaba, cuando chica incluso compartíamos los dulces con palito y los helados”, recuerda Michelle, la mayor de las hermanas, hoy pronto a cumplir veinte años.
El primer día en la casa, Luna destrozó el jardín. Comió tallos y raíces de los claveles. Su primera cama fue un canastito. Ahí dormía pero sólo de día, en las noches elegía algún dormitorio. “Al principio no me gustaba, pero después hasta nos peleábamos para que durmiera con nosotras, tan dulce, ponía su cabeza sobre la almohada hasta que terminaba tapándola como si fuera una niña…. ‘Mi Niña’….todo el mundo que llegaba a la casa sabía del lugar preferencial de Luna”, cuenta Jacqueline, mientras la voz se torna áspera y parece que una lágrima cruza los recuerdos, como abriendo un aguacero que lleva a otros.
Por entonces, Rocío, la hermana del medio, estaba pendiente y preocupada de la comida, el agua o sacarla al patio. Mientras Michelle prefería chupar el mismo kojak, con Luna que compartirlo con sus hermanas. La más pequeña, Bárbara, extendía las piernas de la perrita y la trasladaba como si fuera una carretilla, la abrazaba y la besaba intensamente.
“Yo soy Bárbara y soy la más chica de mis hermanas, ahora tengo 14 años, con la Luna he estado diez, desde que estoy en pre-kínder y todavía me acuerdo cuando jugaba con ella y llegaba al colegio a contarle sobre la Luna a mis profesoras. La extraño mucho”, complementa la hija de menos edad.
“Te diría que se criaron juntas. Para mí, se fue transformando en mi hija, preocupada de su salud, sus vacunas, el corte de uñas, peinarla, comprarle sus galletas favoritas….una regalona… A medida que las niñitas iban creciendo su relación con ella también, y la mía, la sentía cada vez más cercana”, entrega más detalles Jacqueline.
La búsqueda es incesante. Día y noche recorriendo calles y en Facebook, buscando contactos que puedan entregar algún antecedente. En la página: “Luna SeBusca PuntaArenas” ya hay más de 370 amigos.
Guillermo Mellicovsky está convencido que no fue atropellada, que la tiene alguna familia que quedó encandilada con su dulzura: “He recorrido todos los veterinarios, carabineros… y no hay antecedentes de una beagle atropellada, tiene que estar, y la vamos a seguir buscando”, explica, quien ya varias veces ha postergado el regreso a la capital; el 23 de marzo se casa con Jacqueline y ambos quieren empezar un matrimonio feliz, con Luna al lado.
Jacqueline asegura que Luna es parte de una historia de amor, “representa el esfuerzo, entereza, y la locura de un hombre por una mujer. Me siento afortunada por tener a Luna, aunque hoy no esté conmigo, pero sé que lo estará, porque quien la tiene sabe que ella también quiere volver con su familia”.
La historia comenzó hace 27 años, en Torres del Paine, en 1986. “Fue amor a primera vista, o al ‘primer portazo’ como dice él -refiriéndose a Guillermo-, cuando llegué al albergue de Río Serrano, éramos unos mochileros sui generis, yo andaba en camioneta y él en moto. Nos vimos dos días y nos separamos. Le dije que viniera a Santiago a verme, sin pensar que lo haría. Llegó y empezamos a pololear. Luego, él se fue a vivir a Buenos Aires… estuvimos así, un año y medio, viéndonos a veces, era la época de la no tecnología, había que esperar al cartero. Bueno, entonces no resultó y cada uno hizo su vida. 25 años después Facebook empezó a tener sentido en nuestras vidas, lo invité a ser ‘mi amigo’, aceptó al primer click…chateamos, hablamos por skype…la tecnología nos acompañó esta vez…hasta que en un viaje pudimos vernos y retomar ese pololeo inconcluso, parece que resultó esta vez”.
El año pasado regresaron al Paine a buscar el lugar donde se conocieron. “Guillermo vive hoy en Holanda y casi también en Chile. Estábamos preparando nuestro matrimonio cuando se perdió nuestra Luna… se nos desarmó la vida, había que ir por ella , es nuestra hija, no lo pensó dos veces y se fue, a hacer todo lo que los magallánicos han visto y muchos de ellos se han comprometido con la causa”, emocionada confiesa.
Conmovido por la búsqueda, una persona les ofreció regalarles una perrita Beagle recién nacida, “agradecimos mucho el gesto, pero un hijo no se reemplaza con otro, yo quiero volver a ver a mi hija Luna… sabemos que no fue atropellada, es tan dulce que con seguridad alguien la acogió y se encariñó con ella, pero desde esta columna hago un llamado a esa persona que la ha cuidado, para que la devuelva a su familia, estamos sufriendo mucho por no tenerla”, suplica Jacqueline

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