
De la misma manera, el vicepresidente del Club Aéreo de Cerro Sombrero, Alejandro Cornejo, destacó la travesía señalando que marcó un hito en la historia de la aeronáutica y que difícilmente se va a poder repetir en las mismas condiciones. “Yo creo que hay que ser muy osado para realizar una hazaña de esta naturaleza. Por ejemplo, uno de los aviones más chicos que tenemos en el club tiene 140 HP (Caballos de Fuerza) y se usa para instrucción y vuelos cortos, es una máquina muy noble, mientras que el de Franco Bianco tenía sólo 130”.
La travesía
El origen de lo que sería su arriesgada travesía, se sitúa entre 1920 y 1930, periodo en que Magallanes sufría las consecuencias de su aislamiento geográfico, lo que se reflejaba en la incomunicación, un abastecimiento insuficiente, el atraso en diversos aspectos relacionados con el desarrollo y la nula integración de la región con el resto de Chile.
Por esta razón, la vía aérea era una posibilidad que brindaba la modernidad tecnológica para mejorar las comunicaciones. Sin embargo, había que encontrar una ruta segura, “esa, en la concepción pionera debía encontrarse por el sobrevuelo de la Cordillera de los Andes. Tras intentos anteriores realizados por distintos pilotos, Bianco lo intenta, pero por el lado oriental y así como en una carrera de postas inconclusa, Franco Bianco decidió recoger el testimonio caído y llevar la empresa a buen término”, sostiene la Fuerza Aérea, a través de un comunicado.
La preparación del viaje
Con la convicción de encontrar la ruta apropiada, Franco Bianco comenzó su adiestramiento como piloto para enfrentar el desafío que se impuso. De esa manera, cuando tenía alrededor de un centenar de horas de vuelo, vigiladas por su instructor el capitán Manuel Hurtado, estimó que su idea podía llevarse adelante.
Se trataba de un hombre de recursos económicos, por lo que eligió un avión probado por su calidad, un monoplano Miles Hawk Trainer M2R, dotado con un motor Gipsy Major de 130 HP, con cuatro cilindros, que le permitiría alcanzar unos mil pies de altura y una velocidad de 200 kilómetros por hora.
El diseño aerodinámico del avión, su tren de aterrizaje fijo y bien probado, y un buen sistema de frenos, lo hacían apto para operar en condiciones de exigencia.
La aeronave llegó a Punta Arenas en febrero de 1936, donde fue recibida por su dueño que ya le tenía asignado el nombre de Saturno. Posteriormente fue trasladada a Bahía Catalina, gracias al apoyo del jefe de la Base Aérea, capitán Felipe Latorre, donde fue armada y quedó en condiciones de vuelo a mediados de marzo.
A partir de ese momento, el piloto siguió con el entrenamiento en vuelos de larga distancia sobre la precordillera que alcanzaron el lago San Martín, en travesías sin escalas que demostraron la capacidad del avión. Por ese rumbo se realizaría el primer intento por unir Santiago con Punta Arenas. Posteriormente sobrevolaría Los Andes, hacia la banda occidental, para continuar a Puerto Montt, primera meta del trayecto.
Antes de Bianco, ningún piloto había intentado por esa ruta, menos de sur a norte, en condiciones meteorológicas habituales de tiempo muy variable, con cambios bruscos y repentinos, que podían hacer fracasar cualquier intento.
“Pero no contaban con la determinación y el coraje del piloto: Él habría de lograr lo que parecía imposible en una prueba de auténtico esfuerzo. Nada quedó al azar, preparación anímica, funcionamiento del avión, planos y mapas para orientarse, permiso de sobrevuelo de territorio argentino, contactos establecidos para eventuales casos de emergencia y seguimiento de los estados de tiempo durante los días previos al vuelo”, sostiene la Fuerza Aérea en un comunicado.
Así, cuando Ubaldo Matassi, meteorólogo de Bahía Catalina, le confirmó la previsión favorable del tiempo, con el aparato bien revisado y provisto de combustible para doce horas de vuelo, el 7 de junio de 1936 Franco Bianco subió al avión y se preparó para partir. En ese momento lo acompañaban varios amigos, entre ellos Ernesto Pisano, alcalde de Punta Arenas; Carlos Fischer, Tomás Doberti y el capitán Manuel Hurtado. A las 7.22 de la mañana, todavía oscura, enfilado por dos fogatas que se encendieron al final de la pista, el Saturno se elevó en demanda de Puerto Montt. El piloto puso rumbo hacia la precordillera de Última Esperanza y siguiéndola hacia el norte, a las nueve de la mañana cruzaba la sierra Baguales procurando ceñirse lo más posible al límite chileno-argentino.
Siendo las 17.15 horas de ese mismo día, el Saturno aterrizaba en el aeródromo de La Chamiza (Puerto Montt), tras casi diez horas de vuelo.
“El sufrimiento físico y la tensión anímica soportados durante ese trayecto no quedarían registrados. Sólo la imaginación puede ayudar y al hacerlo crece la admiración por el coraje de Bianco y la resistencia de su avión. ¡Había sido una hazaña por donde se la considerara!. Franco Bianco acababa de escribir una página memorable en la todavía joven historia de la aeronáutica chilena”, dice la Fuerza Aérea.
El 8 de junio, Bianco reanudó el vuelo, ahora con condiciones favorables de tiempo y siguiendo la ruta visual del ferrocarril central, en la tarde aterrizaba sin novedad en el aeródromo de Los Cerrillos de Santiago.
La repercusión noticiosa de su hazaña fue notable. El diario El Mercurio escribió en su edición del día 10, que la sola idea del raid de aviación por la línea cordillerana, sin acompañantes, abriéndose el mismo piloto su ruta a través del espacio nunca explorado, tiene contornos fantásticos. Franco Bianco es chileno, hijo de Magallanes. Su triunfo es de la provincia de Magallanes, en su aspiración de vincularse con el corazón de la república.
Premiación
A partir de ese momento, el piloto magallánico se llenó de elogios y reconocimientos. El Presidente de la República, de ese entonces, Arturo Alessandri, fue el primero en destacar la labor realizada y lo recibió el 15 (de junio de 1936) en audiencia especial a la que Bianco concurrió acompañado por el general Diego Aracena, comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile.
Más tarde su hazaña le valdría el afamado Trofeo Hermon, instituido por el Gobierno de Francia para premiar a los grandes aviadores. “Todos esos homenajes los recibió con sencillez y modestia, característica que marcaría toda su existencia” dice la Fuerza Aérea.
Ansioso por retornar a su tierra y compartir el triunfo, en cuanto tuvo la autorización necesaria para sobrevolar suelo argentino y con pronóstico de tiempo favorable, Bianco levantó vuelo (el 23 de junio) en demanda de la cordillera, que logró cruzar a la altura del Cristo Redentor, para aterrizar en Mendoza, escala necesaria para reabastecerse de combustible y que se prolongó por razones burocráticas por más de dos horas, hasta que se le otorgó permiso para proseguir el vuelo.
El retraso impidió llegar a su meta el aeródromo de Morón (Argentina), viéndose obligado a aterrizar en la localidad de Lobos, a un centenar de kilómetros de Buenos Aires para pernoctar y continuar sin apremio a la mañana siguiente hasta su destino. En la capital transandina el piloto magallánico recibió nuevos homenajes, lo que le significó tener que permanecer allí hasta el 30 de junio, fecha fijada para el comienzo de la etapa final del periplo.