
La llegada del papa argentino a Río en un coche simple que quedó atrapado 10 minutos en el tránsito mientras una multitud le rodeaba, golpeaba la ventanilla y hasta le tiraba regalos dentro, generó cuestionamientos sobre el operativo de seguridad.
Pero el primer Papa latinoamericano, que defiende una Iglesia cercana a los pobres, está empeñado en tener contacto con el pueblo, y en un trayecto por el centro de la ciudad en un papamóvil semidescubierto aupó a niños y no perdió la calma.
“El secretario me confió que estaba asustado, pero que el Papa permaneció muy sonriente”, indicó el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, en rueda de prensa.
Más tarde, la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el Papa Francisco participaron de la recepción oficial del Pontífice en el Palacio de Guanabara, sede del Gobierno de Río de Janeiro.
“En su amorosa providencia, Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina”, afirmó el Papa Francisco.
“Pido permiso para golpear la puerta del corazón de los brasileños y pasar una semana con ustedes”, continuó.
“No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón y deseo que llegue a todos y a cada uno mi saludo”, agregó.
Además, el Papa llamó a los jóvenes católicos del mundo a evangelizar a las todas naciones.
Los jóvenes “quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente: ‘Vayan y hagan discípulos a todas las naciones’”, dijo.
En su discurso, el Papa exhortó a cuidar a los jóvenes, argumentando que “la juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo”, y por ello “impone grandes retos” para la generación más mayor, entre ellos, el de dejar de legado para los jóvenes “un mundo que corresponda a la medida de la vida humana”.
En tanto, la Presidenta de Brasil afirmó que la juventud brasileña sale a las calles para profundizar la democracia y ver su calidad de vida mejorar.
“Luchamos contra un enemigo común, la desigualdad social”, afirmó la Presidenta Dilma Rousseff, al recibir al Papa Francisco en Río de Janeiro.