
“Vayan, sin miedo, para servir”, expresó el Papa al inicio de la homilía. Y explicó que la práctica cristiana “no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad”, porque ello “sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde”.
“La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite”, enfatizó. Y completó: “El evangelio es para todos, no para algunos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente”.
Mensaje a jóvenes
El Papa se dirigió en particular a los jóvenes latinoamericanos, que conformaron la abrumadora mayoría de los fieles reunidos en la playa carioca de Copacabana, a los que exhortó a poner en marcha la consigna de la Jornada Mundial de la Juventud: “Vayan, y hagan discípulos a todos los pueblos”.
“Quisiera que este mandato de Cristo -”Vayan”- resonara en ustedes jóvenes de la Iglesia en América Latina, comprometidos en la misión continental promovida por los obispos”, expresó el Pontífice. “Brasil, América Latina, el mundo tiene necesidad de Cristo”.
A la llamada “Misa del Envío”, celebrada sobre la famosa playa, acudieron, entre otras autoridades, las Presidentas de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y Brasil, Dilma Rousseff, quienes llegaron al escenario juntas y luciendo vestidos de color negro. También el Presidente de Bolivia, Evo Morales.
Antes de la ceremonia, el Papa paseó en papamóvil descubierto por la avenida que bordea el mar, saludando a cientos de miles de jóvenes peregrinos. Varias veces estrechó manos y volvió a tomarse un mate que le ofreció un joven. “¡Viva el Papa!”, gritó la gente.