“Antes de venir, pensaba en si era conveniente. Me preguntaba ¿Mañana no me meterán una denuncia por apoyar a los candidatos del Frente para la Victoria? La verdad es que dudé, pero como no tengo miedo y tengo mucho coraje, vine igual”. Así, con tono irónico y desafiante, la Presidenta argentina abrió su discurso en la Universidad de La Matanza con un mensaje al fiscal electoral que el viernes decidió impulsar una investigación para determinar si violó la veda al inaugurar obras en la recta final de la campaña.
Decidida a cargarse al hombro la campaña, Cristina aprovechó el buen tiempo y desembarcó junto a Martín Insaurralde y otros candidatos K en el distrito con mayor peso electoral de la provincia de Buenos Aires, conducido por el ultra K Fernando Espinoza.
Desde que subió al escenario, Cristina se mostró muy suelta, despreocupada.
Primero sonrió cuando su delfín, Insaurralde, dijo que el líder del Frente Renovador Sergio Massa y algunos otros opositores “morían porque el dedo (de Cristina) los señalara para ser el candidato K”. Luego, ya frente a los micrófonos y flanqueada por sus ministros, se refirió a la denuncia que presentaron Ricardo Gil Lavedra, Alfonso Prat Gay y otros precandidatos de UNEN.
“ Cada vez que hay una campaña, empiezan con estas cosas. Pero yo tengo el cuero duro”, advirtió.
Enseguida, a modo de queja, comenzó a enumerar algunas de las causas que rozaron al kirchnerismo en los años electorales.
Así, mencionó el caso Skanska (¿Cómo se llamaba esa causa con nombre de yogur?”, bromeó) y denunció que en 2011, antes de las presidenciales, “intentaron manchar” a la titular de Madres de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini con el escándalo Schoklender. Afortunadamente para Amado Boudou, quien siguió el discurso al lado del gobernador Daniel Scioli, Cristina omitió referirse a Ciccone.
Al vicepresidente pareció no importarle que esta semana la Justicia le negó el sobreseimiento por ese caso y en pleno acto hasta se animó a cantar y saltar contra Clarín.