
La salida de Pinto de Bolivia, con clara complicidad brasileña, ha estremecido las relaciones entre ambos países y este lunes causó la renuncia del ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Antonio Patriota.
Según manifestó Rousseff, “no tiene ningún fundamento que un Gobierno de cualquier país del mundo acepte someter a una persona que está bajo asilo a algún riesgo”.
“Si no pasó nada no es la cuestión. Pero podría haber pasado”, aseguró la Mandataria sobre la salida de Pinto, facilitada por funcionarios de la embajada brasileña en La Paz, en la que estaba alojado desde el 28 de mayo de 2012.
Pinto fue trasladado hasta la ciudad brasileña de Corumbá por tierra, en un coche diplomático escoltado por soldados brasileños, en un viaje que demoró unas 22 horas, según ha revelado el senador brasileño Ricardo Ferraço, quien también colaboró con su salida.
Según Rousseff, “un Gobierno no negocia con la vida”, sino que “protege vidas”, y Brasil “no podía poner en riesgo la vida de una persona que está bajo su custodia”.
La presidenta también dijo que el ministro de Defensa, Celso Amorim, “explicará” la participación en el hecho de dos fusileros navales brasileños que escoltaron a Pinto en su viaje hasta la ciudad de Corumbá.
La complicidad brasileña en la salida del senador Pinto, quien está acusado en Bolivia por diversos delitos de corrupción, ha sido confirmada por el encargado de negocios de la embajada, Eduardo Saboia, quien dijo que colaboró por “razones humanitarias”.