
La portavoz de la Fuerza Aérea, Jennifer Cassidy, dijo a ese portal que las municiones llevan los nombres de PAW (por la sigla en inglés para Arma de Ataque Pasivo) y CrashPad.
El Gobierno de EE.UU. sostiene que el régimen de Bachar al Assad en Siria ha usado armas químicas contra la población civil y el sábado pasado el Presidente, Barack Obama, anunció que pedirá autorización del Congreso estadounidense para una respuesta militar.
El Pentágono ha apostado en el este del Mar Mediterráneo cinco destructores equipados con misiles crucero, y según fuentes militares se ha ordenado el desplazamiento al Mar Rojo del portaaviones Nimitz y su grupo de batalla.
Según la fuente militar, las armas de la Fuerza Aérea podrían ser transportadas por aviones como el Eagle F-15, el Raptor F-22, que todavía no se ha estrenado en combate, y los bombarderos B-1 y B-2.
Ninguna de estas aeronaves operan desde portaaviones. El F-22 y los bombarderos B-1 y B-2 son capaces de eludir la detección por radar y son aptos para penetrar en el espacio de un país, como Siria, que cuenta con fuertes defensas antiaéreas.
Grupos como Human Rights Watch y expertos militares han expresado su preocupación por que el bombardeo de almacenamientos de armas químicas o biológicas pueda liberar los agentes tóxicos con daño aún mayor para la población.
Una de las armas que podrían ser utilizadas para ese cometido, conocida como CrashPad o BLU-119/B, es una bomba con un explosivo incendiario de alta temperatura pensado para incinerar los agentes químicos antes de que sean dañinos, según documentos del Departamento de Defensa estadounidense.
Al igual que otras bombas destructoras de casamatas, esta arma tiene la finalidad de penetrar las estructuras de hormigón antes de que exploten, y forma parte de los arsenales de países como Dinamarca, Egipto, Francia, Alemania, Grecia, Italia, Israel, Holanda, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.