
La historia relata que aquello era la última ambición visionaria del Libertador Bernardo O’Higgins. Las tierras al sur de las Guaitecas eran consideradas pertenecientes a Chile sólo por los chilenos. Estas tierras eran parte de la “herencia” recibida de España, aunque los conquistadores nunca tomaron posesión de esas tierras ni del Estrecho de Magallanes, registrándose como el primer intento el que hiciera en marzo de 1584 el capitán español Pedro Sarmiento de Gamboa, quien fundara la ciudad “Rey Don Felipe” (una verdadera aldea), intento de colonización española que tuvo un trágico fin, pues sus habitantes murieron de hambre. Un par de años después el corsario inglés Thomas Cavendish recaló en el lugar y se encontró únicamente con los restos de la antigua colonia y un sobreviviente, Tomé Hernández, quien pudo contar la tragedia sucedida.
Por lo mencionado, las tierras de la llamada “Patagonia” no tenían un claro dueño y eran consideradas por varias naciones como “Res nullius” (expresión latina que significa “cosa de nadie”).
En Chile se tenía conocimiento de algunas expediciones extranjeras que habían explorado la Patagonia y que, afortunadamente, sólo habían sido movidas por el afán de explorar e investigar. Entre ellas las dos expediciones que hiciera el capitán británico Robert Fitz Roy en 1829 y en 1832.
En octubre de 1842 fallece en el Perú el general O´Higgins. Sus últimas palabras fueron: “Magallanes, Magallanes”, como un claro mensaje de la que fuera su más importante preocupación por años.
Al tomar el poder, el general Manuel Bulnes asume con premura la misión de tomar posesión definitiva y clara de los territorios al sur de las Guaitecas. Es por este motivo que el Presidente encarga al recién nombrado intendente de Chiloé, Domingo Espiñeira, la misión de recabar información para fundar colonias en tierras magallánicas. La misión fue encomendada al capitán de fragata Juan Guillermos, capitán de Puerto de Ancud, quien dirigió la construcción de una goleta y seleccionó a los tripulantes. La nave fue bautizada con el nombre de “Ancud” y zarpó desde Chiloé el 22 de mayo de 1843 con una tripulación de nueve hombres, completada con ocho miembros de la futura guarnición del fuerte que se fundaría, cuatro familiares de éstos y el naturalista alemán Bernardo Phillipi. Finalmente, en Curaco se incorporó el lobero Carlos Miller, que sirvió como práctico, con lo cual la expedición quedó integrada por 23 personas. Después de casi cuatro meses de navegación muy accidentada por las inadecuadas características de la nave para enfrentar los embates del tiempo imperante en el extremo austral, el 21 de septiembre llega a su destino, recalando en una pequeña ensenada adyacente a Punta Santa Ana (hoy Puerto del Hambre), donde el capitán Juan Guillermos, tomó Posesión Solemne del Estrecho de Magallanes, en nombre del Gobierno de Chile.
Dos días después arribó a la región el buque francés “Phaeton”, cuya tripulación bajó a tierra para izar la bandera francesa. El capitán Juan Guillermos envió una nota de protesta, a lo que los franceses respondieron que no pretendían ejercer soberanía, zarpando poco después.
Previa colocación de un letrero que decía: “República de Chile, ¡Viva Chile!” la goleta siguió viaje hasta la boca oriental del Estrecho, explorando la costa para la construcción del fuerte, que denominaron “Bulnes” en honor al presidente gestor de la comisión, éste quedó terminado el 11 de noviembre de ese mismo año. Se entregaron los víveres y materiales y el capitán Juan Guillermos entregó el mando al teniente Manuel González Hidalgo, a quien nombró gobernador. El 15 del mismo mes, la Goleta Ancud regresó a Chiloé a dar cuenta del cumplimiento de su misión, Chile ya estaba presente en el Estrecho de Magallanes.