
Ya van seis días, dice con voz cansina en las afueras de su domicilio de la Villa Nelda Panicucci, sector surponiente de Punta Arenas, el mismo hogar donde fue vista por última vez Ruth Elizabeth Velásquez Vargas, de 33 años.
“He caminado por todos lados, he dejado los pies en la calle, por la costanera, sector norte, sur, los locales nocturnos, clandestinos, entregando afiches por si tienen algún dato. Pero no hemos obtenido ninguna información”, señala al inicio de un diálogo que se transforma en entrevista.
“No hay problema”, dice, “es que no tengo nada que ocultar. Los cercanos saben que nuestra relación no está bien, pero mal tampoco. Nunca le haría daño, he entregado mi declaración a las policías, he colaborado en todo. Hemos tenido discusiones de pareja, pero nunca le he levantado la mano”.
Sobre supuestas imputaciones en su contra, Briones se sorprende, pero dice que puede entender por la desesperación que hay “en todos por encontrarla”. Esa misma necesidad, reconoce, lo ha llevado incluso a recurrir a alternativas poco ortodoxas, como el tarot y la videncia. “Y eso que yo no creo en esas cosas, pero es que no se nos ocurre nada más”, enfatiza.
Recuerda que como pareja llevan 11 años y que hace dos contrajeron matrimonio. Su familia la integran además dos hijos: “Con el de nueve, en la mañana, lloramos juntos. El de 12 se fue a dormir con su madrina, pero ha sido difícil incluso contarles lo que estamos pasando”, confiesa.
De la última vez que vio a Ruth, cuenta que “el lunes, entre las 14.30 a 15.00 horas la vi, luego que llegó. De ahí salió y desde ese entonces no hemos sabido nada. Ese día ella trabajaba en la tarde, pero no se fue con su ropa de trabajo, ropa que mantiene en la casa. Todos sus documentos están acá también”.
Agrega que ese día “su mamá la vino a dejar, aunque yo no vi a mi suegra, ya que estaba sentado en el living debido a que había pedido permiso en el trabajo porque me sentía mal, con dolor de estómago. Fui al policlínico, pero estaba lleno y prefería venirme a la casa para tomar algo para el dolor”.
Ese mismo día, Briones dice que intentó tomar contacto con su mujer alrededor de la medianoche. No hubo respuesta, asegura. “La llamé en la noche y tenía su celular apagado. En la mañana me levanté a la hora de siempre y no estaba en la casa. Pensé que se había quedado donde mi comadre, pero tampoco estaba. La mayor preocupación comenzó cuando me llamó mi suegra como a las 14.00 horas, y dijo que Ruth debía juntarse con su hermana, pero no llegó. De ahí comenzamos a llamar a su trabajo, donde nos dijeron que no fue a trabajar lunes ni martes. De ahí empezó el calvario”.
Héctor Briones sostiene que hoy sólo hay que esperar el resultado de las policías, de tal manera “que pronto se sepa qué sucedió, porque se especulan muchas cosas, se escuchan comentarios que me sindican a mí… pero, ¿sabe algo?: yo jamás le haría daño”.