
“El primer control oftalmológico debe ser a los cuatro años, edad en la que el ojo aún no ha terminado de desarrollarse. Además, es recomendable que los niños usen anteojos de sol a partir de los dos años para proteger su visión de los rayos ultravioleta, evitando así daños que podrían ser irreparables en su visión”, señala el profesional óptico y product manager de Rodenstock, José Pablo Pérez, y explica que el cristalino de los niños, hasta los 10 o 12, es más transparente que el de un adulto, por lo que deja entrar mayor cantidad de luz ultravioleta.
A esto se suman dos factores de importancia: el primero es que los más pequeños pasan buena parte del día al aire libre y, por consiguiente, expuestos al sol; y el segundo, es que distintos estudios realizados a nivel mundial estiman que el 80% de la radiación solar que una persona recibe es acumulada desde el momento de su nacimiento hasta, aproximadamente, los 18 años de edad.
El daño, entonces, es acumulativo y progresivo, pudiendo provocar desde cataratas hasta cáncer y fotoqueratitis, esta última una quemadura en la córnea a raíz de una exposición intensa al sol. De ahí que los anteojos de sol se transforman en un accesorio indispensable en todas las edades: “Los padres deben preocuparse de que estos sean de buena calidad y posean la protección UV recomendada. Hoy en día es muy normal tratar los defectos visuales y el mercado ofrece un sinfín de modelos hechos especialmente para los más chicos. Incluso las gafas pueden mandarse a hacer ópticas”, concluye José Pablo Pérez, y entrega algunos consejos para tener en cuenta:
1.- Evitar comprar lentes en la calle. Comprarlos solamente en ópticas establecidas.
2.- Al ver a través del lente, fijarse que la imagen no se vea deformada.
3.- Si al colocarse el lente el niño se siente algo mareado o con la visión “rara”, no se recomienda usarlo.
4.- En lo posible solicitar que le demuestren la protección UV.
5.- Verificar que tenga alguna certificación de protección UV.